En muchas reuniones del Uruguay rural, la distancia con la gente visitada era un pie en el alambrado o un refresco bajo un alero para hacer un poco de sombra. Y la lista de la gente que nos vota por primera vez en la segunda vuelta es inagotable. Los problemas son testimonios personales o de núcleos familiares, únicos. Tocan su sensibilidad y la gente del interior sabe contarlo de un modo especial. Uno va incorporando esos testimonios de vida al bagaje de la propia. Es ponerle un rostro humano, una vivencia a los grandes problemas nacionales. Salario, jubilaciones y otros problemas económicos, educación, seguridad pública... Pero cada tema pasa a ser una historia y una experiencia compartida que uno vive como propia.
Y el país sigue su marcha, como debiera seguirla el Gobierno, cosa que no hace. Éste está a disposición de la campaña…
La misma noche de la elección, uno veía por televisión la avidez por los saladitos (especial predilección por los jesuitas agridulces) del ministro Martinelli en la sede de Delgado. Quien está a cargo de esa cartera debería mantenerse durante el acto electoral y el escrutinio. Los resultados oficiales salen de la Corte Electoral, pero el ministro debe ser garantía de la paz pública y garantizar la debida y veraz difusión de los mismos. Recuerdo al Dr. Sanguinetti, cuando fue electo presidente por segunda vez, reclamando al entonces titular de la cartera por lo tendencioso de la información que iba conociendo la prensa. Allí estaba el ministro Gianola para escucharle. Yo mismo presencié alguno.
El ministro Martinelli es muy joven. A lo mejor ni sabe que a los titulares de su cartera se les conocía como los ministros políticos porque eran un poco el puente entre el Ejecutivo y la oposición. Me han dicho que anda nervioso por su futuro. Es un muchacho, puede y hasta le puede hacer bien perder algunas elecciones todavía.
Expresiones políticas en la noche electoral violarían la veda; sandwichitos en la sede de un candidato, no. No debe, no puede. Porque en aquello de querer es poder, no debería de “querer”.
No hablemos del canciller Paganini… Uno tiene la sensación de que llegó allí con cero antecedentes en la materia, fruto de la necesidad de sustituir con urgencia al ministro Bustillo. Saltaron a la luz pública hechos, dichos y acciones para obstruir la acción de la Justicia… Se tenía que ir, punto. Ni siquiera llegó a ver al presidente. Renunció y se fue (del despacho, no del Ministerio), aunque han tenido el buen gusto de no darle destino diplomático alguno, aún siendo funcionario de carrera. O a las carreras, como dice alguno.
No se le puede exigir pues, aunque se note, manejo del tema internacional. No lo tiene. Era ministro de Industrias… Pero, se esté de acuerdo con él o no (hace todo lo posible para que no), la política exterior debe ser de Estado.
Así se llamó un libro que publiqué tras el exilio en Uruguay: “La política exterior de Estado”. Antes, y apuntando a lo mismo, el CELADU me publicó “El desafío externo”. Muchas de las propuestas de éste, con prólogo de Enrique Iglesias y editado en 1987, hoy son ley y gozaron en su momento de enorme consenso partidario.
En el 93 fue publicado el citado libro que apunta a que las grandes líneas de nuestra inserción internacional deben trascender partidos y gobiernos para asegurarles continuidad más allá del mandato del gobierno de turno. Solo así puede Uruguay despertar la atención de las grandes potencias comerciales. Y siguen con el tratado bilateral con China… ¡Dale con la matraca! 57 meses prometiendo que ese mes se firmaba, y así se irá este gobierno.
En este último libro del 93 pedí la participación, y la tuve, de los excancilleres Enrique Iglesias y Héctor Gros Espiell. También de Yamandú Fau, Jiménez de Aréchaga, los embajadores de México y EEUU en Uruguay, entre otros. Participaron en el mismo blancos, colorados y frenteamplistas. Lo publicó la Fundación Hanns Seidel.
En vez de una actitud en esa dirección, el canciller Paganini aparece en todos los diarios con Delgado, hablando con Edmundo González desde la sede de la fórmula nacionalista. ¿Y eso? ¿La política exterior al servicio de la publicidad de un candidato? No creí vivir para verlo.
Dejemos para otro momento contestar sobre las declaraciones del jefe de diplomacia uruguaya sobre los Tratados Interamericanos de Asistencia Recíproca (TIAR); los que usó EEUU para invadir Guatemala y derrocar al presidente Juan José Arévalo (padre del actual presidente Bernardo Arévalo que, por el exilio de su padre, nació en nuestro país). Los mismos que denunció en la ONU el embajador Carlos María Velázquez siendo presidente del Consejo de Seguridad de ONU. Su discurso hizo primera página alrededor del mundo.
Todo eso es patrimonio del Uruguay todo…
Wilson denunció, desde sus años en el Ministerio, dicho tratado; luego, en su campaña presidencial del 71. En el exilio nos tocó vivir la guerra de Malvinas en 1982 y al año siguiente la muerte de nuestro amigo Maurice Bishop en Granada. El ministro del partido de Wilson apoyando el TIAR, “para que no se ofenda EEUU”.
Como decía Antón Pirulero, quien resultó un profeta: Cada cual que atienda su juego. Los ministros del Interior y Relaciones Exteriores que sigan siéndolo, aún en tiempos electorales. La campaña la hacemos nosotros, que lo estamos haciendo muy bien… Y bueno, Delgado, Sartori, Bianchi y Ripoll, excelentes compañeros de ruta…