varios clavos remachados
¿Cometerá Yamandú Orsi este error?
El presidente actual le deja varios clavos remachados y alguna que otra granada que, tarde o temprano, le puede estallar en la cara a su sucesor, Yamandú Orsi.
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El próximo Gobierno deberá afrontar el compromiso que el actual firmó con la empresa española Cardama por las patrullas transoceánicas, que costarán cerca de 100 millones de dólares y aún no se ha realizado ningún pago. Otros 100 millones costarán los seis aviones de guerra A-29 Super Tucano comprados a Brasil y pagaderos en los años siguientes. A esto se suman centenares de funcionarios estatales que, tras ingresar por política, han quedado presupuestados. Luis dejará a Yamandú una deuda atrasada de 102 millones de dólares con los proveedores ASSE y un aumento de más de 10 puntos porcentuales del PBI en la deuda pública.
Entre 900 y 1000 millones de dólares a pagar por los próximos gobiernos. No es ético que faltándole un mes para abandonar el cargo firme algo tan riesgoso y oneroso sin acordar con su sucesor. Es más, sin consultar a la ciudadanía y desoyendo los innumerables informes técnicos que desaconsejan su aprobación e ignorando también el clamor de 160 organizaciones civiles.
Se vienen varias instancias judiciales, tal como ocurrió con el puerto. El acuerdo firmado por Luis Lacalle Pou violenta descaradamente la Constitución de la República; pero será el Gobierno entrante el que quedará en medio de la metralla, porque, por un lado, si llegara a rescindir el contrato se arriesgaría a una demanda por parte de los empresarios damnificados, y si continuara con las obras, tendría que enfrentar la indignación popular, además de tener que cubrir los 51 millones de dólares anuales que la firma de Lacalle Pou nos deja como compromiso.
No culpo a los empresarios. Ellos son emprendedores que ofrecen servicios y productos. Aquí hay un solo responsable y es un presidente que siempre obró como si tuviera un poder absoluto, de espaldas al Parlamento, al Consejo de Ministros, al que casi nunca convocó, y a las organizaciones sociales. Con su firma quedó plasmado su espíritu autoritario y su soberbia irresponsable. Se apresuró a firmar contra viento y marea para dejar embretado al próximo Gobierno.
Hace pocas semanas atrás, el ministro de Defensa, Armando Castaingdebat, dijo que el acuerdo con el astillero español Cardama ya estaba en la “etapa final” y solo quedaba depositar el primer pago para que se empezaran a armar. Pero agregó que, en el caso de que la Administración de Yamandú Orsi no siguiera con el proyecto, se ganaría “un lindo juicio para el país”. Lo dijo disfrutándolo. Pues bien, lo mismo sucede con el proyecto Neptuno.
El avance del narcotráfico y las sangrientas represalias de las bandas contra hijos y familiares de sus competidores será también parte de la herencia maldita que recibirá Yamandú junto con la banda presidencial.
Y ahora sí, con este punteo de clavos (que no son todos), vamos al punto.
Durante 15 años el Frente Amplio dejó libre el campo de la lucha ideológica mientras la derecha nos apedreaba el rancho un día sí y otro también. En propaganda y publicidad esa derecha nos dio una paliza brutal sin que reaccionáramos como era debido. ¿Acaso creímos que sólo con hacer las cosas bien y a favor de la gente la ciudadanía nos iba a aplaudir y defender con uñas y dientes? La historia demostró que no. Como dijo Silvio Rodríguez: “Evidentemente, no basta con sacar de la miseria a la gente. Hay que explicarles por qué, crearles conciencia de lo que se está haciendo por ellos y de lo necesario de que se comprometan con las ideas”.
Luis Lacalle Pou llegó al poder porque fuimos absolutamente incapaces y mediocres en materia de comunicación. Tuvimos un pudor inentendible de usar los medios disponibles para publicitar los logros de los gobiernos frenteamplistas y, más aún, para transmitir nuestros principios y educar a la ciudadanía. Perdimos contra el olvido, la manija y el marketing. Dejamos que se instalaran mentiras (que Raúl Sendic se robó centenares de millones de dólares, que estábamos llenos de corruptos, que la educación era un desastre, que trajimos el narcotráfico, que le quitábamos a los que trabajaban para mantener vagos, etcétera) en lugar de salir cada día (como hacían Hugo Chávez o Rafael Correa) a desmontarlas una por una.
Perdimos porque abandonamos la lucha ideológica. No combatimos el lavado de cerebro provocado por la dictadura militar y los partidos de derecha ni erradicamos los prejuicios contra la izquierda. Permitimos, incluso, que muchos trabajadores tuvieran una mala imagen de los sindicatos gracias a la propaganda derechista.
Esta vez ganamos y recobramos el gobierno porque los hechos de corrupción en estos cinco años superaron las peores previsiones y fueron demasiado escandalosos. La pregunta es: ¿dejaremos que la gente olvide lo que ha sido este lustro nefasto? ¿Dejaremos que olvide todas las promesas que hizo Luis Lacalle Pou durante la campaña electoral y que luego incumplió? ¿Dejaremos que olviden a Astesiano, Albisu, Caram, Moreira, Bustillo, Heber, Penadés, Romina Celeste y otros personajes?
Me gusta el estilo moderado de Yamandú, que busca tender puentes en lugar de volarlos y mantiene el aplomo bajo la peor tormenta; pero hay algo que el pueblo debe tener claro y es que la derecha solo busca concentrar la riqueza del país en las manos de las mismas familias de siempre, y la izquierda busca humanizar el sistema y disminuir las diferencias sociales.
Quienes acompañen a Yamandú y a Carolina tendrán que estar dispuestos a trancar firme en comunicación y no dejar pasar ninguna acusación malintencionada.
Bienvenidas sean las denuncias contra los corruptos (alguno que otro se nos va a colar, seguramente); es más, nosotros mismos tendremos que estar con lupa controlando a cada jerarca para que no meta la pata y al que lo haga descabezarlo de inmediato y antes que nadie. El problema son las calumnias.
Nos van a tirar con artillería pesada desde el primer día. Habrá que estar atentos y responder con altura para que la metralla se vuelva contra ellos.
Que esta vez no nos tomen por giles.