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Columna destacada | vitivinícola | comercio | alcohol

Dura competencia

El drama vitivinícola

Con el Mercosur y con el tratado de libre comercio con Chile, el sector vitivinícola uruguayo está sufriendo cambios de relevancia.

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Caída del área vitivinícola plantada, cierre de bodegas, escaso relevo generacional, caída del consumo de vino, enorme impacto del vino importado (chileno y argentino), severos problemas de escala (los costos son muchos más altos que en los países de la región; asimetrías competitivas), concentración en la producción y distribución, productores nacionales que a la vez son importadores, etc. Esta es una foto de la realidad del sector vitivinícola uruguayo.

El consumo mundial de vino per cápita ha experimentado cambios significativos entre 1962 y 2023, lo que refleja cambios sociales, económicos y culturales más amplios. Uno de los elementos más destacados es la disminución del número de bodegas, con enorme impacto en el desarrollo local rural. En paralelo a ese proceso, se registra una alta concentración y la aparición de jugadores nuevos en el sector como los fondos de inversión. Las nuevas pautas de consumo de vino muestran un descenso de la venta en todo el mundo. Tanto en el resto del mundo como en Uruguay, ese descenso es calificado: baja el consumo de vinos de baja calidad —que sostenía los números de consumo años atrás— y aumenta el consumo de calidad, pero no con los mismos registros de los de baja calidad.

La realidad uruguaya antes descripta será más grave el año próximo: las bodegas están llenas de vino de la cosecha 2024 y se prevé una gran producción para 2025. Habrá sobreproducción y el mercado local e internacional ya no absorbió lo del 2024 y menos va a absorber lo de la cosecha próxima. En declaraciones al programa Informe Granjero de la emisora M24 el pasado 23 de diciembre, el futuro subsecretario de Ganadería, Agricultura y Pesca, Ing. Agr. Matías Carámbula, dijo que uno de los problemas de la granja es la “sobreproducción”. ¿Aplica para el vino? Veamos. Carámbula —nacido en Las Piedras y durante 10 años director del área de Desarrollo Rural de la Intendencia de Canelones— agregó: hay un “proceso de concentración; menos productores con más escala”. Agregó que debe haber “más información para que los productores tomen decisiones” adecuadas.

En Uruguay hay 1.103 viñedos y 5.900 hectáreas de viña. Desde 1962 esos números bajan sostenidamente. En Canelones hay 724 viñedos (65.6 % del total) y 3.929 hectáreas (67 %). (Un dato anecdótico: un bodeguero de Canelones está vendiendo sus vinos a 65 pesos la botella, cuando a principios de año la vendía a 140 pesos. Se quiere sacar el vino de arriba como sea porque se le viene la vendimia de arriba. Pero el mercado no reacciona; cambió. Ya no se compra vino a 65 pesos. Mientras hace números, ve que en un supermercado de la ruta 48 y la ruta 36 venden vino argentino de la bodega Dante Robino a 125 pesos la botella).

¿Qué tiene que ver el cero alcohol?

Cuando asumió Ricardo Cabrera la presidencia de INAVI en el año 2020 —con el nuevo gobierno—, el “diagnóstico” absurdo que esgrimió es que la crisis del sector se debía al cero alcohol. Lacalle lo promovió en reiteradas ocasiones. (Ya en el gobierno se dio cuenta de que era una barbaridad retroceder y no avanzó). El “diagnóstico” de Cabrera —que entusiasmó a los bodegueros— era equivocado. Los propios números de INAVI lo decían: el descenso en la venta de vinos y cierre de bodegas era un fenómeno que había comenzado mucho antes del establecimiento del cero alcohol. (Por algo los datos de INAVI permanecieron cerrados durante un tiempo desde el 2020; las autoridades no querían que se les cayera el discurso. No obstante, desde estas páginas informé que el problema no estaba en la política de cero alcohol, sino en factores mucho más profundos, estructurales, sobre los cuales Cabrera nunca habló).

La ley del cero alcohol fue promulgada en diciembre de 2015 por el Gobierno de Tabaré Vázquez. En una charla brindada por el enólogo Francisco Zunino hace pocas semanas —Zunino fue presidente de INAVI—, dijo que desde 2014 a la fecha se redujo el número de productores de hasta 5 hectáreas. Al tiempo que bajó el número de viñeros de entre 5 y 20 hectáreas, aumentó el área de productores con áreas mayores a 50 hectáreas. Ergo: aumentó la concentración.

La dinámica de mercado —reseñada al principio de esta columna— es la misma que se registra en Portugal, España, Francia e Italia: menos productores pequeños y alta concentración.

Estos fenómenos —la competencia de vinos chilenos y argentinos es inmensa— conviven con esta realidad: sobreproducción y ausencia de políticas que atiendan este factor. (Apenas INAVI dice que se va a favorecer la venta al exterior de vino a granel, como si eso fuera fácil en un mundo en donde, por ejemplo, España vende a granel a diversos países. Rusia era un destino del vino a granel uruguayo, pero el bloqueo occidental a ese país luego de la invasión a Ucrania dificultó la venta a Moscú).

Los datos de vinos en bodega son tremendos: al 1º de julio de 2024, INAVI registró 105 millones de litros de vino en stock. El mismo organismo prevé para el período del 1º de julio de 2024 al 30 de junio de 2025 una venta de 50 millones de litros. (¿Qué hacer con los otros 550 millones de litros?). La cuestión se agrava al saberse que hay 16 millones de litros no incluidos en el informe que se suman a los 68 millones de litros estimados para el 2025.

Nadie quiere dejar de producir porque fantasean con que se sigue vendiendo lo mismo que antes. La verdad —no asumida por los productores— está rompiendo el sistema, dejando paso a una nueva configuración del sector.

Los vinos importados

Con el Mercosur y con el tratado de libre comercio con Chile, el sector vitivinícola uruguayo está sufriendo cambios de relevancia. Uno positivo: elevó la calidad de los vinos uruguayos frente a la competencia extranjera. Otro negativo: la falta de escala y los problemas de costos hacen que los vinos importados logren altas porciones del mercado local.

Un dato: entre el 1º de julio de 2023 al 30 de junio de 2024, se importaron 3.480.510 litros de vino. Una anécdota: la bodega argentina ya mencionada, Dante Robino —que pertenece al mismo grupo de Pepsi—, llegó a vender sus vinos Novecento en Uruguay a 99 pesos.

Los datos de INAVI son impactantes: en el último año se vendieron 6.793.000 litros de vino en el mercado uruguayo. Un 44 % de vino importado y un 56 % de vino nacional. ¿Qué tiene que ver el cero alcohol?

La exportación de vinos uruguayos fue del 7 % de lo producido. (INAVI, en el marco de la actual demagogia, gasta dinero para presentar vinos uruguayos en diversas ferias internacionales. La muestra la cuentan los bodegueros: no se suma un litro de venta al exterior con esas acciones. Son muy pocas bodegas con expertise y espalda exportadora, tal vez sean 4. El resto está jugado al mercado interno y a la competencia con los vinos importados.

¿Cuál es la solución? La reconfiguración del entramado empresario vitivinícola en Uruguay es indetenible; la presencia de vinos importados también. Hay quien piensa en un fondo de desarrollo vitivinícola con recursos privados y del Estado. También se reflexiona sobre la necesidad de establecer como obligación a los importadores de vino que, a cambio, obtengan mercados en el exterior para los vinos uruguayos, y así compensar la grave situación en Uruguay.

Nada será fácil. Lo que queda claro es que Uruguay se debe despedir de muchas bodegas chicas que dan paso a los importadores y a las bodegas grandes que van ganando espacio y área plantada.

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