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El gran paso

Frente Amplio: La hora de volver

Bastó un gobierno de coalición para que el Frente Amplio nuevamente esté al borde de la mayoría parlamentaria. Es la hora de volver.

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La recuperación de la izquierda ha sido muy rápida: bastó un gobierno de coalición para que el Frente nuevamente esté al borde de la mayoría parlamentaria, cuando en octubre de 2019 había quedado por debajo de los 40 puntos, o sea a 200 mil votos de la mayoría en el Poder Legislativo.

Hay muchos motivos para esta recuperación veloz de la izquierda.

El primero es, sin lugar a dudas, el buen recuerdo que tiene la gente del período progresista. Fueron quince años de crecimiento de la economía, aumento ininterrumpido del salario real, de las jubilación y pensiones y baja de impuestos; constantes mejoras de la infraestructura, incluyendo el cambio de la matriz energética, la fibra óptica en los hogares, escuelas, universidades, hospitales; rutas, caminería en general, obras de todo tipos, grandes y pequeñas, además de políticas sociales que contribuyeron a disminuir significativamente la pobreza, la indigencia y la desigualdad.

El segundo motivo de la recuperación de la izquierda es la mala sensación que deja este gobierno multicolor.

Una gestión que fracasó en lo que prometió: seguridad, impuestos, tarifas, déficit, inserción internacional, seguridad social (recuerden las promesas de Lacalle Pou) y transparencia. En realidad, no fracasó; vino a hacer lo que hizo y, como no podía confesarlo, mintió o escondió la realidad cuando tuvo que hacerlo. Hace casi seis años nosotros advertíamos en Caras y Caretas que el Gobierno venía con un paquete legislativo secreto, una Ley de Urgente Consideración que incluía un programa oculto a la ciudadanía. Un programa que no se atrevían a mencionar porque sabían que les podía costar las elecciones. Un programa invotable. Efectivamente, ese programa lo impulsaron y, a pesar de que se aprobó con muchas aristas limadas, de todo modos fue un ejemplo de práctica antidemocrática: una Ley de Urgente Consideración que trabaja una enorme cantidad de temas, cuando muchos de esos temas merecían un debate sereno y no un tratamiento expedito, en mitad de una pandemia, con la población recluida en sus casas o muriendo en los centros de terapia intensiva atestados de pacientes graves.

A esa Ley de Urgente Consideración buena parte del pueblo le respondió con una recolección histórica de firmas, más de 800 mil firmas en medio de una realidad donde no podías aglomerarte, donde no se podía reunir gente sin que te acusaran de terrorismo, de propagador de la epidemia, donde era, por lo tanto, muy difícil juntar las firmas. Esa campaña de recolección de firmas marcó el inicio del retorno de la izquierda. La verdadera infección.

A partir de ese referéndum que se resolvió por la mínima, los dirigentes más lúcidos de la derecha comenzaron a percibir lo que está sucediendo: salvo que el Gobierno hiciera todo bien, la izquierda volvería. Y el Gobierno no hizo todo bien, por el contrario: hizo todo mal. A su gestión para los malla oro, que ya caía mal a la gente común que veía cómo perdía salario real año tras año, se le agregaron dos gigantescos casos imposibles de defender: el caso Astesiano y el caso Marset. Dos casos que demostraron hasta qué punto hubo de infiltrarse un runfla en el seno de la Torre Ejecutiva.

He aquí entonces los dos motivos fundamentales del cambio que se avecina: el buen recuerdo de tres gobiernos que, con altibajos, fueron indudablemente positivos para el país y para las grandes mayorías, y la terrible imagen de degradación que deja esta gestión que pasa, que todavía no puede explicar por qué le mintieron al Parlamento, le escondieron pruebas a la Justicia, se les enquistó una mafia en el piso 4 de Presidencia y el jefe de esa banda los amenaza por las redes sociales, como quien guarda secretos comprometedores que sabe que pueden complicarle la vida a sus exjefes que ahora compiten por el poder.

Pero un tercer elemento que va a definir esta elección: el Frente Amplio hizo una autocrítica pública y movilizada.

Recorrió el país para escuchar a la gente, para saber por qué había perdido, para entender por qué tantos uruguayos habían elegido votar otra cosa. Oyó, oyó, oyó y aprendió. Aprendió de sus errores y tuvo conciencia de su principal acierto: incluso en la autocrítica dura, nunca puso en riesgo la unidad. Entonces, ahí están las claves: buen recuerdo de sus gobiernos, autocrítica honesta y unidad verdadera. Esas son las claves de este retorno que anticipa como la primavera.

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