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Columna destacada | inversiones | ganaderas | lavado

Negocio bajo la lupa

Hay riesgo de lavado de dinero en las inversiones ganaderas

Tres empresas de inversiones ganaderas —un esquema cuasi piramidal y sin control alguno por parte de entidades de supervisión financiera— están en problemas.

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En cuatro meses, el terremoto alcanzó a las tres más relevantes. Primero fue el Grupo Larrarte, luego República Ganadera y, por último, Conexión Ganadera, la más antigua y con mayor prestigio.

Todo empezó como empiezan los líos con las timbas piramidales: un leve movimiento de inversores que piden el dinero invertido, la empresa no satisface y enseguida se instala la desconfianza y luego la corrida. Las empresas quedaron sin calce alguno. En algún caso, con un ganado ficticio; en otro, hasta se acusa al sindicato de la industria frigorífica porque enlenteció la venta de ganado y afectó el negocio de retorno de las inversiones.

Se conocen algunos abogados de los damnificados, pero no se conocen los inversores afectados. El negocio de la inversión ganadera en estos sistemas piramidales, con tasas de retorno que no logran otros negocios, está bajo la lupa de las autoridades del gobierno electo. "Falta regulación", dice un economista con experiencia en supervisión financiera.

Con este panorama por delante —opacidad y desconfianza—, Caras y Caretas dialogó con Ricardo Gil Iribarne, experto en lavado de dinero y expresidente de la JUTEP.

¿Hay riesgo de lavado de dinero en estas actividades de inversiones ganaderas?

Sí, hay riesgo. En dos sectores. El primer aspecto: si yo soy el cliente de una empresa de esas características, coloco 100.000 dólares (los puedo colocar en efectivo, porque la LUC anuló el límite de 10.000 dólares y lo elevó a 100.000 dólares). Si nadie me pregunta nada y si nadie controla nada sobre quién soy yo y sobre el origen de ese dinero, el negocio se hace y dentro de un tiempito yo vendo el ganado y tengo 150.000 dólares legitimados porque vienen de la venta de mi ganado. O sea, los 100.000 dólares de los que nadie sabe el origen se transforman en 150.000 dólares legalizados por una operación de venta. En el origen podía ser dinero delictivo, pero lo transformé en 150.000 respaldados por la venta de mi ganado. El segundo aspecto es el del que arma el negocio, el dueño del negocio. Recibe inversiones que pueden tener origen ilícito. Pero el dueño también invierte y suma su dinero al de los inversores. En ambas zonas hay un claro riesgo de lavado de dinero.

¿Cómo se determina el riesgo de lavado de una actividad?

En este país y en este momento, ¿esa actividad implica un riesgo grande? ¿Por qué hay que hacerse esa pregunta? Porque si uno dice que va a controlar todo y hacerlo bien, es mentira. El enfoque basado en el riesgo que se ha impuesto en el mundo en materia de prevención de lavado es: yo tengo que atacar aquellos riesgos mayores, con la mayor economía de recursos, pero no puedo atacarlos todos. Si concluyo que esta actividad tiene riesgo, pero es un riesgo menor en la realidad uruguaya, puedo postergar el trabajo en esa zona. Hay riesgo, pero no estoy en condiciones de controlarlo, de "mitigar" el riesgo. No lo desconozco, pero reconozco que no me dan las fuerzas para atacar todo. La autoridad tiene que analizar si esta zona, por los volúmenes y por los efectos, debe ser controlada.

A eso se suma que Uruguay tiene pocos resultados en el combate al lavado.

Exacto. Está claro que tenemos mucho por hacer. Según información oficial de la Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos y Financiamiento del Terrorismo (Senaclaf), en el año 2023 hubo alrededor de 4.000 condenas por delitos que generan fondos que hay que lavar, y solo cuatro condenas por lavado. Estamos mal en resultados. En función de esos resultados, tengo que ver por dónde atacar y no sé si esta actividad referida al principio es prioritaria para atacar.

¿Cómo se analiza si un sector facilita el lavado?

Primero tengo que ver los controles y luego cómo se controla el cumplimiento de esos controles. Lo primero que se tiene que saber es quién invierte. Si no sé quién invirtió en ese tipo de negocios, no voy a saber de dónde viene la plata, qué actividad tiene y no voy a poder controlar el origen de los fondos. Hay que saber de dónde sacó los 100.000 dólares. Eso se llama "debida diligencia" en prevención de lavado. Eso se resuelve en muchos casos por la vía de lo que se conoce como "sujetos obligados", que en Uruguay son los bancos, los escribanos, las zonas francas, los casinos, abogados, contadores, etc. Entonces, uno podría decir que este negocio de las inversiones ganaderas debería incluirse como "sujeto obligado". Esa es la solución fácil y a veces tramposa. Si los agrego, pero tengo poquísimos resultados, en realidad podría decir: tengo todo esto como "sujetos obligados" y no agarré a nadie. ¿Voy a poner más "sujetos obligados"? El principal sujeto obligado es el Estado, y si el Estado no hace lo que tiene que hacer, por más que cargue la lista de "sujetos obligados", no voy a resolver el problema. Es un problema porque traslado la responsabilidad al sector privado y, si luego no controlo, es más grave la situación.

¿El Banco Central ha dicho algo sobre estas actividades?

Ignacio Labat, cuando fue presidente del banco, dijo que estas actividades no eran de intermediación financiera. De cualquier manera, hay que pensar cómo proteger a la gente de eventuales estafadores. En las casas de cambio —que no hacen intermediación financiera— tienen control por lavado. Esto sería lo mismo. Hay otras zonas en donde no se trabaja y en donde hay riesgo de lavado. Se trata de los prestamistas. No se controla de dónde sacó la plata ese prestamista. Hay que tener en cuenta que hay algunos insumos que no están siendo utilizados. En el año 2023, se aprobó una evaluación nacional de riesgo donde este negocio de las inversiones ganaderas no aparece. Pero además, el consultor que hizo ese trabajo, el experto uruguayo Alejandro Montesdeoca, hizo lo que razonablemente hay que hacer: propuso una serie de políticas para atender esos riesgos mediante una estrategia nacional. Ese documento duerme en alguna oficina de Presidencia de la República.

Aquí Saigón

Fundidos pero con guita

En la historia patria, los ganaderos/terratenientes/exportadores/comerciantes tenían el sartén y el mango. Esto fue cayendo hasta finales del siglo XX, cuando los bancos nacionales —que eran de ellos, básicamente— se fundieron o los absorbió el Estado, o las dos cosas juntas. Era un tiempo hermoso. Por ejemplo: yo laburaba con las vacas y los campos. Si me iba bien, fenómeno. Si me iba mal, pedía al banco en donde yo era directivo. Y si me iba recontra mal, no pagaba el crédito. Un ejemplo de ese capitalismo en alpargatas —esa barra siempre fue adversa al riesgo— es el Banco Comercial. (Este banco era de la rosca hasta que, ya sin salida, se lo vendieron a un grupo de paracaidistas de apellido Rhom, ¿se acuerdan?).

En el año 1857 nació el Banco Comercial. ¿Quiénes eran los noveles directivos del naciente banco? Los primeros presidentes del Comercial fueron Pablo Duplessis (barraquero y exportador, que en 1904 le vendió su quinta a un tal Batlle y Ordóñez), Pedro Sáenz de Zumarán (comerciante y representante en Uruguay del gobierno español), Tomás Tomkinson (vinculado a los negocios del gas y ferrocarriles), Jaime Cibils (comerciante) y Juan Jackson (propietario de una pequeña estancia de 300.000 hectáreas).

Todos renombrados prohombres del incipiente Uruguay, cuyos nombres están escritos en chapas de calles de Montevideo.

Pero ahora es diferente. Ya no hay bancos que respalden a los capitalistas de bolsillo flojo. El que invierte y le sale mal, marchó. Pero igual algunos, los más vivos, los que vieron el negocio, le encuentran la vuelta: pueden dejar a un pueblo adentro y la guita, los verdes con la cara de Washington, están a buen resguardo en algún paraíso fiscal. Fundidos pero con guita.

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