Tras la muerte de Luis Batlle Berres se desata la disputa por quién hereda la 15. Vasconcellos parecía el más indicado pero se decide realizar una elección interna. Segovia compite y supera a Vasconcellos pero pierde ante el ascenso de Jorge Batlle que se apropia de la lista de su padre. Segovia se aparta de la lista 15 y crea el Frente Colorado de Unidad para realizar un pase maestro: se tira de candidato a la Intendencia Municipal de Montevideo en alianza con la Unión Colorada y Batllista. A la vez, Segovia devuelve la jugada apoyando la candidatura del Gral. Gestido en dupla con el ignoto Pacheco Areco de vice. Así, Segovia en 1966 es electo en simultáneo como senador e intendente y opta por la jefatura de la comuna, ya prefigurando el salto presidencial.
La Reforma Naranja, triunfadora en el plebiscito constitucional, también implicó el fin del colegiado a nivel departamental con mando rotativo, en favor de la figura única al mando de la Intendencia. Pero quien se veía ya en carrera hacia la presidencia del Gobierno nacional solo duró unos pocos meses al frente de Montevideo. Estuvo en el cargo desde el 15 de febrero hasta el 16 de octubre de 1967. ¿Qué y quiénes lo hicieron caer y tumbaron su carrera política?
Glauco Segovia tuvo dos iniciativas que complicaron su gobierno. Primero, propuso quitarle el privilegiado terreno en Punta Carretas al todopoderoso Club de Golf del Uruguay para construir viviendas. La otra fue decretar la intervención de AMDET (Administración Municipal de Transporte). El Partido Nacional promovió un juicio político y Segovia terminó renunciando para marchar al ostracismo como embajador ante Francia. Perdió el cargo cuando Juan María Bordaberry lo cesó por presión de los militares.
La izquierda y el trampolín a la presidencia
En la larga historia de presidentes del Uruguay, solo cuatro de ellos habían gobernado un departamento pero no todos como intendentes sino como jefes políticos y de Policía. Se trató de José Batlle y Ordóñez en Minas y Feliciano Viera en Artigas, ambos designados por el presidente de turno en el siglo XIX. En cambio, Andrés Martínez Trueba fue electo como intendente en 1947 y luego fue presidente en 1950. Desde la izquierda, recién fue Tabaré Vázquez quien logró ser intendente electo en 1989 para el período 1990-1995 y presidente en 2004 y en 2015. Se sumará ahora Yamandú Orsi, quien tuvo dos mandatos en la Intendencia de Canelones antes de ser electo presidente en noviembre de 2024.
O sea que en más de 40 presidentes del Uruguay, tan solo 5 lograron dar el salto y, en caso de Montevideo, el trampolín solo fue efectivo en dos casos. Trueba, tras tres años al frente del BROU; y Tabaré, tras 10 años siendo candidato presidencial.
Daniel Martínez: ni fu ni fa
El caso más notorio de salto al vacío desde la Intendencia de Montevideo a la presidencia es el de Daniel Martínez. Siendo un dirigente de cierta renovación generacional, exhibía la mejor trayectoria combinando experiencia sindical, profesional como ingeniero en la actividad privada, presidente de Ancap y ministro de Industria, a lo que se agregó la etapa en el Senado al quedar fuera de la carrera departamental en 2010.
Tras una elogiada gestión al frente de la IM desde 2015, sin pisar ningún callo y sin una oposición que le hiciera mella, se presentó a la elección interna de 2019 en la que ganó ampliamente ante Carolina Cosse, Óscar Andrade y Mario Bergara. Sin embargo, los errores al resolver la vice y una campaña anodina ante el desgaste del "quinquenio gris" del segundo gobierno de Tabaré, más sus propios errores como candidato en la campaña terminaron con el fracaso electoral de una pésima votación del FA. Si bien el repunte ante el balotaje de noviembre casi fue una hazaña, no fue mérito de ninguna dirigencia sino de una pueblada de frenteamplistas de a pie que salieron a pelear voto a voto.
Aún así, Martínez fue el chivo expiatorio que permitió esconder culpas más repartidas, diluidas en una autocrítica con grandes lagunas. Para colmo, el desastre sobrevino cuando los grupos que lo apoyaban admitieron sus carencias y lo fueron a buscar en un acto desesperado ante la falta de candidaturas emergentes. La pandemia lo encontró en una carrera a la reelección departamental que se creía ganada con la fusta bajo el brazo. Terminó perdiendo en setiembre de 2020 ante el ascenso épico de Cosse, que fue la única que leyó bien el cambio de gobierno a nivel nacional y se atrevió a confrontar con la derecha.
Carolina Cosse: Montevideo muy verde
Sin duda, Cosse se hizo cargo al frente de la IM con el objetivo ya puesto en el salto a la carrera presidencial. Sin embargo, entendió rápidamente que ese camino, más para una mujer, no es un lecho de rosas. A tal punto que debió enfrentar a la oposición más despiadada en décadas en la Junta Departamental, aunque sin legitimidad política. A tal punto que el juicio político iniciado por unos ediles blancos terminó en farsa y fue desechado por el propio Partido Nacional en el Parlamento, en un golpe letal a la valoración de los curules involucrados.
La gestión de Cosse en la IM fue atacada por la derecha de manera feroz. Sin embargo, Laura Raffo, quien se posicionó tras la derrota para dirigir a la oposición en Montevideo, abandonó la lucha con un ornamental salto que terminó siendo mortal en las fauces del patriarcado del PN. Para colmo, la aventura de Delgado con Valeria Ripoll terminó como el Titanic. Pero Cosse recibió el acoso organizado por Lacalle Pou y salió victoriosa con el Antel Arena y el brutal recorte de transferencias y pagos del Gobierno nacional adeudados a Montevideo, como lo acaba de fundamentar un artículo del economista Rodrigo Gorga titulado “Montevideo, entre el relato y la evidencia”, publicado en La Diaria y en El Popular. Allí se demuestra con números la sangría a la IM.
Pero la gestión de Cosse no se puede evaluar solo en términos de su confrontación valiente contra la derecha. También es imprescindible analizar a fondo diversos aspectos de la Intendencia y realizar un profundo análisis crítico y autocrítico, como debería ser siempre aunque no se hizo casi nunca. Entre otras cosas porque se instalan temas como el de la basura justo cuando la gestión de Ambiente (que incluye limpieza y saneamiento) es tal vez la de mejor desempeño de las administraciones del FA pese al bloqueo en la Junta al préstamo BID. Dicho esto sobre servicios que tienen aún aristas muy complejas y es necesario profundizar sus políticas diferenciadas implementadas porque, pese al avance, no alcanzan a lo que debemos resolver de manera constante e innovadora. Porque algo innegable es que la gestión de Cosse deja elementos opacos, sobre todo por las críticas a una concepción personalista del ejercicio del poder, en contradicción con postulados más colectivos de la fundación de la izquierda. Esto pone en debate el uso de la institucionalidad pública, aunque es claro que nada se traduce automáticamente en votos ni en victorias, por más genuinamente deseadas que sean.
La candidatura presidencial se define por votos (ahora) y eso exige, tal vez, una concepción muy diferente de la compleja relación entre personalismos y liderazgos reales. No faltará quien recomiende luchar a brazo partido pero sin que se note, o pelear con cuchillería experta e implacable por el trono como lo hicieron los hombres, y alcanza con recordar las disputas feroces entre Tabaré, Astori y Mujica.
Sin embargo, desde la izquierda es bueno comprender que lo personal sin lo colectivo es de escaso vuelo y que toda postura carismática, en caso de que se posea, es fruto de una acumulación mucho más rica y profunda que cristaliza a su debido tiempo, antes que por cualquier atajo.
¿Soñar Montevideo?
Estamos ya ante una nueva contienda electoral y el FA mantiene enormes fortalezas para seguir gobernando la capital del país. Pero existe una sensación mayoritaria de que la apuesta y la propuesta debe alcanzar un nuevo impulso. Y no basta con lindos discursos, buenas intenciones pero con lugares comunes. Mucho menos con opiniones que demuestran ignorancias varias sobre lo realmente hecho. Hay que estudiar y exponer con claridad y no dar la elección por ganada, por más impresentables que sean las candidaturas de la derecha. Además, hay que hacerlo con la más fraternal unidad, sin renunciar al espíritu crítico que nos aleja de la obsecuencia o de conveniencias varias.
Sur, trampolín y después...
Para el final, es necesario abordar con compromiso ético la participación en la campaña. En ese sentido, comparto la moción presentada por el PS en el pasado plenario. Me refiero a la propuesta de que no debe permitirse que alguien se baje (no por razones de fuerza mayor sino para sumar a otro) cuando previamente se impidió, aunque con votos, que en la triada del FA ingresaran otras candidaturas. Aún me pregunto cómo no fue votada por unanimidad.
Por otra parte, el FA debería asumir el tan mentado trampolín, no como caricatura, sino con una postura de principios, a la vez que debe entenderla con madurez política y no mediante el infantilismo. Hoy parece sospechosamente unánime comprender que la IM no debe ser un mero trampolín para proyectarse a mayores alturas o directamente a la Presidencia de la República. Sin embargo, tal postura puede llegar, por exceso o por amague, a ser apenas una pose que, llegado el caso, se borra con el codo lo que se firmó, o no sé firmó, con la mano.
Pero el tema tiene también otros bemoles. Resulta que lo que en apariencia es una postura de ética que, además, reconoce errores del pasado, también encierra una suerte de tiro en el pie que dudo mucho que fuerza política alguna deba darse. Y voy a ser explícito para con el candidato que, a priori, aparece favorito aunque la elección está abierta. Si el FA le exige a Mario Bergara, o a quien sea, que renuncie a competir dentro de 5 años por la presidencia, me opongo. Si Bergara realizase una muy buena gestión y, llegado el momento, es capaz de sintetizar, competir y ser electo presidente para un nuevo gobierno del FA, sería una verdadera estupidez prohibirlo ahora. Lo mismo para quien sea.
Es entonces cuando sospecho que este tipo de definiciones tienen que ver más con conveniencias para esconder más que con mostrar. De la misma manera que tienen un tufo a querer desde ya bloquear, como tantas veces se hizo antes y la izquierda debería desterrar.
El compromiso y la buena gestión de Montevideo no exigen chicanas, deseos de no espantar ni prohibiciones que no son otra cosa que cálculos, tal vez mucho más electoralistas aunque aparenten lo contrario. Y sí lo que se quiere es una mirada más a mediano y largo plazo para Montevideo, afirmo sin vueltas que será producto de una construcción colectiva, sobre todo con participación activa de los trabajadores, antes que por mesías que nunca llegan. Por eso vale recordar lo del título.