Arthur Adamov, ruso francés de profesión dramaturgo (vanguardista del teatro del absurdo junto al irlandés Samuel Beckett y al rumano Eugene Ionesco, entre otros “parisinos” del siglo pasado) explicó en un librito llamado La política de los residuos, que el teatro del absurdo no es porque sí, ni porque a los actores, a caballo el siglo XIX entrando en el XX, se les haya ocurrido ponerse a hacer locuras.
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“Es una forma de reflejar un mundo con relaciones absurdas”. Relaciones sociales políticas y económicas absurdas. Todos los sistemas socio económicos de clases anteriores al capitalismo fueron opresivos.
Por ejemplo, en todos hubo hambrunas para los pueblos y saciedad para los opresores cuando por algún motivo, no alcanzaba para todos la producción de alimentos. “El capitalismo, en cambio, es el primer sistema que además de opresivo es absurdo, porque en el capitalismo la hambruna es consecuencia de que sobran alimentos” (esto no lo dijo Adamov, sino un abuelo decimonónico, de bigote negro y tupida barba blanca, nacido en Tréveris, Austria, Europa, quien fue expulsado de las academias de “occidente”, y aceptó el absurdo del sistema en que le tocó vivir y describió genial y transformadoramente, produciendo el único pensamiento de origen europeo que absurdamente no predomina en “occidente” pero sí en alguna civilización "oriental", China, Corea, Vietnam y otros asiáticos poco barbados y poco canosos. El susodicho, Karl Marx, adelantó que el absurdo ya sucedía en la acumulación originaria del capitalismo cuando todavía no era el modo dominante y también cuando explotaba en las colonias de Europa el trabajo esclavo). Con el rezago habitual de la superestructura, el arte del absurdo irrumpe y vanguardiza, en 1896, recién con la aparición de Ubú Rey, de Alfred Jarry. No hubiese podido vanguardizar en ninguna cultura precapitalista.
Cuando el traficante (vervigracia Maciel, absurdamente llamado “el padre de los pobres”), tiraba por la borda la cantidad de africanos conveniente para no bajar los precios en los puertos de llegada, era porque había sobreproducido esclavos cazados en África. Por el mismo tipo de conveniencia en la formación de precios, cada vez con mayor incidencia de intervención de capital ficticio, financiero, hoy se tira aproximadamente la tercera parte de los alimentos que se producen, según la FAO, pero se producen cien veces menos de cuanto la humanidad ya está capacitada para producirlos con sus recursos tecnológicos actuales. Porque desde hace más de doscientos años, todas las crisis económicas son, en definitiva, más allá de coyunturas subsidiarias, crisis de sobreproducción, que el capitalismo, especialmente en su etapa monopolista, en su fase imperialista, ha resuelto trabando desarrollos de fuerzas productivas. De eso se trata este teatro de los aranceles del Ubú Rey anaranjado. Aparte del absurdo de que también le puso aranceles a islas habitadas solamente por pingüinos o solo por rocas.
Llegó Trump y mandó parar el mundo
En 2024, Estados Unidos denunció (sic) en la Organización Mundial de Comercio a China por “sobreproducir y tener instaladas capacidades de sobreproducción”. Algo que los imperialistas no lograron inculcar en las masas que es un pecado. Sólo ellos saben que producir está mal y saben por qué. Lenin (perdón, pero tengo que nombrarlo porque voy a hablar de, y a entender a, La Nueva China) en “Imperialismo, fase ulterior del capitalismo” (1916), pone ejemplos de convivencia de monopolios con la libre competencia. “Los monopolios nacen de la libre competencia, pero no la eliminan, sino que conviven por encima o al costado de ella”. Un monopolio alemán es desafiado por una empresa brasileña de su mismo rubro, que intenta una innovación tecnológica, que eleva su capital constante y aumenta la ganancia en lo inmediato. Entonces el monopolio compra la patente y le impide a la competencia aplicarlo. Pero el monopolio tampoco la aplicó. Encajonó la patente y se encargó de que ningún competidor innovara, porque un monopolio ya tiene en su formación un corto o mediano plazo a considerar. Le importa más la tasa de ganancia que la ganancia que pueda obtener por un aumento inmediato en la cantidad de bienes producidos. Y la tasa de ganancia decrece si se aumenta el capital constante sin bajar suficientemente el variable.
La ley del decrecimiento de la tasa de ganancia, que enunció Marx, se cumple más evidente desde que La Nueva China entró con toda su fuerza en la competencia, una vez implementada totalmente la NEP (Nueva Política Económica de Lenin), en la reforma con apertura de Deng Xiaoping. China no demora ni un segundo en desarrollar las fuerzas productivas con innovación tecnológica cuando se trata de competir. Hace pocos meses superó a Estados Unidos, adelantándosele también en Inteligencia Artificial, un ámbito para el que los yanquis proyectaban ganancias inmediatas de quinientos mil millones de dólares. China, en cambio y de antemano, puso, e impuso, su Inteligencia Artificial, Deepseek, de código abierto y distribución gratuita, ¡incluso a sus competidores estadounidenses!, quienes, por supuesto, ya la empezaron a utilizar a la par de costo que el Sur Global. Semejante concesión se explica, otra vez, (perdón, de nuevo) con Lenin.
"¿Qué son las concesiones desde el punto de vista de las relaciones económicas? Son capitalismo de Estado soviético. El gobierno soviético concierta un convenio con un capitalista. Por ese convenio, este último recibe ciertas cosas: materias primas, minas, explotaciones petroleras, minerales o, como en uno de los últimos proyectos de concesión, hasta una fábrica especial". Si Lenin no hubiese muerto, si no hubiese cometido el error garrafal de matarse trabajando todavía joven, la URSS hubiese generado tantos intereses creados (especialmente en el Sur, “inmensa mayoría de la población del globo”, que era la línea de él) tantos o más que La Nueva China. Pero ésta no le perdió pisada.
Dijo Deng Xiaoping: "El Estado socialista entrega al capitalista medios de producción que le pertenecen: fábricas, materiales, minas. El capitalista actúa como contratante, arrendando los medios de producción socialistas, recibe los beneficios de su capital y entrega al Estado socialista una parte de su producción".
"El capitalismo que crece de este modo está bajo control y supervisión, mientras el poder político permanece en manos de la clase obrera y del Estado obrero". Y China se hizo incontenible para los imperialistas, haciendo realidad las predicciones del economista belga Robert Triffin. Estados Unidos se quedó sin economía tangible y las fábricas están rentadas en un Estado socialista al que le pertenecen, que además es propietario de todas las empresas de sectores estratégicos (las treinta más grandes y redituables en China son empresas públicas, de propiedad estatal, en todos los sectores estratégicos), y del principal medio de producción, la tierra, de todo su territorio. Con el impulso NEP, China le ganó a Estados Unidos su propia globalización por goleada.
Entonces llegó Donald Trump y mandó parar. En su primer gobierno desarmó el acuerdo transpacífico para que no se le colaran empresas chinas del ASEAN (Asia del Sureste) o capitales chinos en empresas de los países del sureste asiático, con arancel cero. Ahora dijo: “se terminó la globalización”. Igual al botija dueño de la pelota que se la lleva cuando tiene el partido perdido y deja a los otros gurises sin jugar. Pero Estados Unidos no es más el dueño de la pelota. Ni es la primera potencia económica (es China) ni militar (es Rusia) ni tecnológica (China es líder en por lo menos 37 de las 44 tecnologías de punta). “¡Paren el mundo que me quiero bajar y llevarme la pelota!”, grita Trump. Y sin embargo el mundo se mueve… El mundo no para. China no deja de “sobreproducir”, acelerando el decrecimiento de la tasa de ganacia, sumiendo al imperialismo en nuevas y más frecuentes crisis. El Sahel africano le planta cara a Francia obligándola a aumentar capital variable en su producción de energía porque el uranio de Níger, por ejemplo, ahora no es gratis. Asia monta su propio sistema de pagos en Riminbi digital, salteándose el sistema de transacciones SWIFT y por lo tanto el dólar (son sólo unos pocos ejemplos de “eppur si muove”).
Los aranceles de Trump para que el mundo entre en recesión con hiperinflación (estanflacilón), tirando así por la borda a mil millones de esclavos, para que le cierren los números, que el mundo deje de innovar y se detenga el desarrollo de las fuerzas productivas, porque el imperialismo no tiene ya poder para trabarlas, y a la vez ajustándonos los salarios, las jubilaciones, los “gastos públicos” y haciéndonos trabajar cinco o diez años más, para convencernos de que los fiolos del sistema no son los billonarios “fondos de inversion” buitres que concentran, cada vez con mayor desigualdad, la expropiacion de la riqueza que generamos los trabajadores, sino que somos los viejos pobres: “el dato de la realidad es que tenemos un jubilado pobre por cada diez niños pobres” (Odonne), discurso que por el momento no dio resultado. La proclama trumpista de “el día de la liberación” cuando subió los aranceles, en tres días más destruyó cinco billones de dólares de capital ficticio en las bolsas (las únicas bolsas que siguieron en verde son la de Shanghái y la de Caracas). Y China tomó medidas espejo, es decir: subió aranceles en la misma proporción sólo contra Estados Unidos. El verdadero dato de la realidad es que por encima de los salarios y las jubilaciones y las generacionales, existen otras variables, las fundamentales, las que determinan, porque la economía de Vehg Villegas no es el orden natural de las cosas, o ni siquiera geografía porque en la geografía el curso de un río se puede cambiar:
“El dilema de Triffin”
“Nos debemos la deuda a nosotros mismos”, decía Paul Krugman, estadounidense Premio Novel de Economía (2008), desestimándola, cuando le preguntaban por la enorme deuda del Tesoro de Estados Unidos, que asciende a más de 30 trillones de dólares, la mayor del mundo.
EU imprime los dólares, que son la divisa de reserva mundial desde los Acuerdos de Bretton Woods (1945), aunque lo de “imprime” es un decir, la enorme mayoría de los activos se emiten sin impresión. Sería absolutamente imposible respaldar en papel todo el dinero emitido, pero Bretton Woods le exigía respaldarlo en oro.
A partir de entonces, Estados Unidos tiene un dilema advertido por Triffin en 1960, cuando señaló, en su libro “El oro y la crisis del dólar: el futuro de la convertibilidad”, el colapso del sistema monetario fijado en Bretton Woods, colapso que se produjo once años después.
El dilema de Triffin es el conflicto de intereses económicos que surgen entre los objetivos nacionales e internacionales para los países cuyas monedas sirven de monedas de reserva mundial.
Con la doctrina del presidente Harry Truman (1945), EEUU comenzó, por obligación geopolítica de reforma económica en Europa occidental, a hacerse cargo en exclusiva de la respuesta reformista ante la revolución rusa, que venía desde el apalancamiento en la Bolsa de París, de la –repudiada por Rusia en enero de 1918–, deuda externa zarista, la condonación de deuda a Alemania en los hechos posteriores a la República de Weimar (1918-1933), el crédito a las metalúrgicas Krupp y el apoyo de toda índole al ascendente nazismo.
Por dialéctica de las reformas, explicada desde sus inicios por Rosa Luxemburgo en forma inequívoca; “Las reformas no generan su propia fuerza independientemente de la revolución. Durante cada período histórico, la lucha por las reformas se lleva a cabo sólo en el sentido indicado por el ímpetu de la última revolución”, estas reformas europeas y otras posteriores (en particular la china en 1978) obligaron a EU a optar por uno de los cursos inevitables que señaló Triffin en su libro. La potencia cuya moneda es de reserva mundial, puede repartir la divisa en el mundo para que éste compre los bienes y servicios que la potencia produce y puede pagar por los bienes y servicios que otros países producen, es decir, por el desarrollo productivo de otros países. A mediano plazo, estas opciones hacen imposible que dé abasto para respaldar en oro u otro metal la divisa, distorsionando el último aspecto mercantil de la economía capitalista.
Consciente del dilema, EU combinó ambas opciones mientras pudo: procuró amortizar los subsidios a Europa occidental con un implacable comercio desigual y superexplotación del el resto del mundo bajo su dominio militar. A fines de los años cincuenta ya tenía controlado el comercio de deuda en competencia con las otras potencias imperialistas, y, por el comercio desigual, recuperaba miles de millones de dólares por año de los países más dependientes o semicoloniales. Para mayor seguridad financiera creó el Fondo Monetario Internacional (FMI, 1945), que condicionó políticamente a los países primarizados en su matriz productiva para impedirles el desarrollo pero, además, para hacer menos frecuente la evidencia del absurdo por las crisis de “sobreproducción” mundial, e intervino los gobiernos periféricos a través de acuerdos de préstamos stand by, a la vieja usanza colonial e imperialista pero desde un “organismo multilateral”. Cuando un gobierno se insubordinaba, lo agredía de mil formas y, en definitiva, militarmente.
Desde 1971, el dólar dejó de respaldarse en oro, porque en tiempos de Nixon con guerra de Vietnam, el dilema Triffin –la “maldición” de la bendición de ser el emisor de moneda de reserva mundial– le hizo imposible a EU cubrir con oro físico la circulación de papel y el presidente de Francia Charles De Gaulle, exigiendo su oro, implosionó el sistema. USA recurrió entonces al petróleo, bastante más líquido que el oro, en varios sentidos, para sustituir su patrón de referencia. Pasó a ser “el oro negro”.
Pero al petrodólar le siguió la especulación inmobiliaria, la crisis de 2008 y la decadencia de poderío bélico. Porque nunca se libraron del dilema de Triffin, tal cual les explicó el gobernador del Banco Popular de China, Zou Xiaochuan, en 2008. Entonces a USA le quedaba la coacción contra quien amenazase su moneda.
“El dólar es una divisa respaldada en armas”, dijo concluyente Krugman.
Hasta que Rusia superó a EU en calidad militar.
La confianza de la fuga de capitales en dólares de las oligarquías centrales o periféricas a paraísos fiscales y fondos buitres, estaba en que, cuando Hussein vendió petróleo en euros, EU destruyó Irak, pero ¿qué pasa cuando no puede invadir Venezuela? ¿Alcanza con que Lubetkin no reconozca a Maduro? ¿O cuando la invade con mercenarios y fracasa, o cuando fracasa en Irak después de ocho años de ocupación militar y sale de Afganistán huyendo después de diez?, pero sobre todo, ¿qué pasa cuando Rusia lo detiene en Crimea, en Siria, en Armenia, en Bielorrusia, en Kazajistán, en el Donbás, en Novorrosiya…?
Una moneda respaldada en nada
A China no le importó de qué lado del dilema de Triffin estaba cayendo EU, cuando al año siguiente de descolgar al dólar del oro, en 1972, Kissinger y Nixon fueron a visitar a Mao y a Zhou Enlai, en Beijing. China acumuló capital estatal en dólares. Había cambiado sus relaciones de producción pese a bloqueos, “sanciones”, sabotajes y hasta desconocimiento (la República Popular China fue reconocida por la ONU recién en 1971, 22 años después de fundada –si habrá tiempo para desconocer a Maduro–). Sus condiciones para medirse con la economía imperialista, priorizan soberanía política e independencia financiera totales (ninguna institución financiera extranjera opera en China con instalación). Con el capital acumulado empezó a comprar bonos del tesoro yanqui. En diciembre de 2021, el Congreso de EU extendió el límite de endeudamiento a más de 30 trillones, de los que China ya poseía, según estimaciones de 2020, más de tres trillones de dólares en bonos del tesoro y Japón un poco menos. La deuda de EU con Wall Street es la mayor del mundo que acredita la Reserva Federal (doce bancos privados, transnacionales y de orígenes geopolíticos y geográficos diversos, desde Israel hasta Alemania, pasando por la City de Londres y el edén perdido de Nueva York). Nada de esto empezó con Trump. El Ubú Rey anaranjado, ahora amarillo o blanco (quien, superando a Jarry, repartió aranceles a modo de kermese, sacando papelitos de un bolillero giratorio, con la misma lógica de Samuel Bechett en La última cinta magnética), es una consecuencia tardía del dilema de Triffin. Sube aranceles desorbitados a según qué balanzas comerciales, para cambiar de opción en el dilema, pero lo hace cuando ya ha dejado de tener la moneda de reserva mundial para repartir en el mundo, cuando ya es Godot el que lo espera a él.
Es segura la recesión e hiperinflación en USA (porque además si su propósito es recobrar economía tangible no puede permitirse bajar las tasas de interés), ¿pero de dónde saca que China, primero o segundo socio comercial de más de ciento cuarenta países, va a perder su rumbo marxista de que la vanguardia de la producción no son los aranceles sino la tecnología aplicada? El mundo no para. ¿De dónde saca que tras subirle los arnceles 104 % a partir de este miércoles, Beijing se va a sentar a negociar? Dice Trump: “los gobiernos están llamándome para lamerme el culo (sic) para que no aplique los aranceles”. Podemos asegurar que está llamándolo Milei, quien viajó a Estados Unidos “para una reunión pactada con Trump” y lo recibió un portero que no le dio paso. Tuvo que volverse a Buenos Aires “con más agua en la boca”, según Trump. No quiero imaginarme qué otros están llamándolo. Prefiero no saber. Pero el gobierno chino segurísimo que no.
Desde 2008, y cada año más, China empezó a comprar oro físico en ingentes cantidades, siguiendo en esta práctica a Rusia, que adquirió 900 mil millones de dólares en oro. Hoy parte de ese oro ruso está congelado en bóvedas occidentales, desde que el gobierno Obama-Biden (2008-2016) generalizó usar el dólar a manera de un arma de guerra, con medidas coercitivas unilaterales a varios países a través del sistema SWIFT, por el cual USA controlaba el tráfico financiero y por eso podía hacer efectivas sus “sanciones”. Occidente le puso a Rusia más de diez mil “sanciones”, récord Guinness, pero Rusia comercia con China en rublos y yuanes, con India en rublos y rupias y en propias monedas o metales con la mayoría del Sur Global. No para. Tampoco deja el Congreso de USA de extender su límite de endeudamiento año tras año. El de este año va a ser mayor si, tal cual está ocurriendo, baja el precio del petróleo hasta hacer no rentable el fracking. La mayor parte del petróleo de USA es fracking.
¿Cuál está mejor preparado para esta guerra en principio comercial? Ya el 23 de abril de 2020, China puso a funcionar en los celulares una ciber moneda creada por el Banco Popular de China, que tiene su propio mecanismo de mensajería (CIPS), no requiere inclusión en el sistema bancario SWIFT y al tener su versión por cadena de bloques, el yuan digital, con el respaldo del Banco Popular, no puede ser hackeado porque ocurre a la vista de muchos. Tampoco permite crear bloques nuevos, o sea, minería. Es una moneda dura. Lo suficientemente dura para que, ante este grito de Trump de parar el bondi porque se quiere bajar, China calladamente concierte el yuan dijital con Asia suroriental y con Eurasia. Puede transformar al dólar en pura volatilidad. Es más que una época de cambios. Es un gran cambio de época. Pero el yuan digital no es de libre conversión, no puede convertirse en moneda de reserva mundial, no aplica al dilema de Triffin. El Estado chino sigue controlando su comercio exterior y aceptó, forzado y provisoriamente, a pedido y por presión, sobre todo de Rusia, ser refugio mientras los BRICS plus y asociados crean una moneda común, que viene gestándose desde 2010 en Astaná, Kazajtán, que en modo prospectivo se llamó 5R, por las iniciales de las monedas de los cinco países fundadores, y hoy proyecta llamarse Unidad.
Por su parte, en Estador Unidos pululan los memes de Trump cosiendo jeans o tratando celulares con destornillador. Apple ya dio su respuesta. “El personal calificado en la cantidad que lo tengo en China, no se consigue en ningún otro país”.
Érase una vez fuera de Hollywood
Todos necesitan protegerse de las “sanciones”, pero además necesitan mantener el comercio y socializarlo para la seguridad alimentaria. México y Brasil siguieron comprándole fertilizantes a Rusia, no en dólares para esquivar las “sanciones”, pero sin pausa desde la Operación Militar Especial contra los batallones nazis ucranianos y la OTAN en Dombás y Novorrosiya. Malasia se incorporó activamente al RCEP (Asociación Económica Integral Regional, el mayor acuerdo de libre comercio de la historia, que comprende a Malasia, Indonesia, Brunéi, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Singapur, Tailandia, Filipinas, Australia, China, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda. Eso no para. Los aranceles de Trump unieron en una declaración a China, Corea del Sur y Japón. Nunca antes visto). Tampoco paran los BRICS. Hasta Orsi está invitado a la próxima cumbre, este año, en Brasilia.
Cuando Jake Sullivan, encargado de Seguridad Nacional de Estados Unidos bajo la presidencia de Joe Biden, en marzo de 2022, se reunió en Roma, con Yang Jiechi, presidente de la comisión de exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China, para amenazarlo con “sanciones” si ayudaban a Rusia, en el Global Times, el Partido Comunista de China editorializó:
“...no importa cómo evolucione la crisis de Ucrania, porque Washington sigue viendo a China como su mayor competidor estratégico. China tiene en cuenta esta política todo el tiempo. China no debe dar a los EEUU ni la más mínima oportunidad de abrir una brecha en nuestra relación con Rusia… la asociación estratégica integral de coordinación entre China y Rusia ha resistido la prueba del tiempo y es sólida como una roca. Es el activo estratégico más importante y estable para China, un activo que no puede dañarse de ninguna manera”.
Ahora le tocó a Rusia responder a las veleidades de Trump de separarla de China. Terminó con Trump diciendo que Putin no está colaborando con el plan trumpista de paz en Ucrania. En consecuencia esta semana les “impuso sanciones” a todos los países que compren petróleo ruso. Había una vez en Hollywood un Sheriff que siempre castigaba a los bandidos, pero a esta altura de los efectos de las sanciones a Rusia, no se sabe muy bien si sus “sanciones” son un castigo o es un favor. En cualquier caso, el jueves China decidió restringir la importación de películas de Estados Unidos y ampliar la variedad de procedencia de las películas en su gigantesco circuito de cines.
No hay que desfasarse. Prohibido hacer comparaciones extremas. Washington no tiene aquel impulso genocida que tuvo en el lejano oeste, del legado de sus “padres fundadores”, “excepcionalistas”, “monroístas”, “con destino manifiesto”, aunque es cómplice imprescindible del genocidio en Gaza; pero tampoco es la ruina de la antigua Roma, porque ésta no tenía ojivas nucleares, sino cascotes de mármol en último recurso de su decadencia. Todos nosotros sabemos qué pasó cuando sus ojos se cerraron.
El mundo sigue andando.
Pero también sabemos que el capital necesita la guerra. Conviene tomárselo extremadamente en serio. “Ya sabéis que el desarrollo histórico tiene su propia lógica, que a veces es bastante pesimista. Por ejemplo, hay que pasar por muchas cosas, incluso después que se hayan utilizado armas nucleares, antes de poder empezar a hablar de desarme nuclear. (Zhang Weiwei, Director del Consejo Nacional de Expertos de China, en entrevista del canal serbio European News TV).