A lo lejos, un faro centenario se alza como testigo de los tiempos, y en sus alrededores, una colonia de lobos marinos descansa sobre las piedras. La naturaleza dicta las reglas y la vida se rige por el sol, el viento y la luna.
Los servicios son básicos y la iluminación es alternativa en su mayoría. Sin embargo, en los últimos años, este concepto evolucionó levemente con la incorporación de energías renovables, como el uso de paneles solares y la provisión de agua potable, lo que hasta cierto punto facilita la estadía de los visitantes. Con algunos de ellos pude conversar durante el trayecto que me llevó hasta allí, para mi sorpresa la mayoría regresaba "como cada año" y otros iban a conocer "el lugar más lindo de Uruguay" como les habían recomendado.
Sin embargo, yo quería saber cómo ven y valoran esta experiencia los lugareños y comerciantes que habitan Cabo Polonio durante la temporada estival, y conocer sus miradas sobre la transformación del sitio a lo largo del tiempo.
De Brasil a Polonio
Brisa Pedocchi tenía 20 años la primera vez que pisó Cabo Polonio. No lo había planeado, ni siquiera lo había buscado en internet. Fue el azar lo que la llevó hasta allí, siguiendo a unas amigas que estaban de vacaciones. Pero bastó el trayecto en camión, atravesando las dunas doradas, para que sintiera que ese lugar tenía algo especial. Fue un flechazo inmediato.
Han pasado cuatro años y desde entonces, cada verano, Brisa regresa. Es brasileña y en su país hay oportunidades de trabajo, pero pocas como las que encontró en el Cabo, un empleo de temporada en un paraíso natural, con comida y alojamiento incluidos. Tres meses intensos, desde diciembre hasta marzo, en los que trabaja y ahorra, para luego regresar a Brasil con un bolsillo más holgado y el alma llena de experiencias.
Cabo Polonio es una península salvaje y mágica. No hay calles asfaltadas ni alumbrado público. La luz de las velas ilumina las noches y el agua se recolecta en bidones o de las cachimbas, esos pozos de agua que Brisa jamás había visto antes de llegar. Lavar la ropa a mano y desconectarse de la tecnología se volvió parte de su rutina, una forma de salir del lujo de la civilización y aprender a valorar lo esencial.
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Playa Sur de Cabo Polonio
El pueblo está entre dos playas me explica, la Sur y la Norte. Durante el día, los turistas pueden recorrerlas, admirar los lobos marinos, almorzar en alguno de los rústicos restaurantes o simplemente dejarse llevar por el ritmo pausado del lugar. Brisa suele recomendar el sitio donde trabaja, “comida riquísima y un ambiente increíble”, me dice con una sonrisa al referirse al restaurante en el que la conocí en su desempeño como camarera, Mucho Bueno, un espacio donde conviven la música y la gastronomía y que dirige Nico, con esa afabilidad que distingue a los lugareños.
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Mucho Bueno, un restaurante insigne de Cabo Polonio.
Cada mes la energía del Cabo cambia. En enero, el lugar se llena de jóvenes en busca de fiesta y aventura. Luego, en febrero, empiezan a llegar más parejas y familias, turistas de todo tipo y viajantes que vienen caminando desde Valizas. La diversidad es una constante en este rincón del mundo, donde el arte también tiene su espacio. Todas las noches hay espectáculos en vivo, y muchos de los músicos se alojan en la misma casa compartida donde Brisa pasa sus temporadas. "Convivimos en el día y disfrutamos su música de noche", me cuenta con entusiasmo.
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Una noche de sábado en Mucho Bueno.
Lo que más disfruta es el vínculo que se genera con sus compañeros. Cuando llegó, no conocía a nadie, pero al poco tiempo encontró una comunidad. Amistades de todas partes, gente que va y viene cada temporada y otros que, como ella, siempre regresan. “Somos como una familia”, dice, y recuerda los momentos compartidos, las cenas improvisadas, las conversaciones bajo el cielo estrellado.
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Brisa Pedocchi, camarera brasileña.
Cuando marzo arriba y el verano empieza a despedirse, Brisa siente una mezcla de nostalgia y gratitud. Se lleva consigo recuerdos, nuevas amistades y la certeza de que volverá. Porque Cabo Polonio ya es parte de su historia, un lugar donde encontró un hogar lejos de casa.
Punto Polonio
Por otro lado, Sabrina Silva conoció Cabo Polonio desde muy pequeña, cuando sus padres la llevaban de vacaciones. Sin embargo, su relación con el lugar cambió en 2015, cuando recibió una convocatoria para participar en la producción de un evento cultural en la zona. Se trataba de TEDx Cabo Polonio, un proyecto impulsado por el productor Omar Bouhid, quien ya había organizado diversas iniciativas artísticas en el lugar. Durante tres años, Sabrina formó parte del equipo de producción de estas charlas, que se realizaban en el emblemático faro del Cabo.
Aquel primer acercamiento le permitió comprender mejor la idiosincrasia del lugar. “Aquí no es solo montar una carpa y hacer un evento. Hay que coordinar con múltiples instituciones, la intendencia, el Ministerio de Turismo, el de Ganadería, la Prefectura. Todo debe hacerse con respeto por el entorno natural”, me explicó Sabrina.
Con más de 20 años en la industria de la música, Sabrina dirige la radio online Voxi y trabaja con múltiples bandas y en eventos culturales, es productora general de Medios Públicos y hace consultorías. En Cabo Polonio, su labor se amplió al gestionar presentaciones musicales y aportar planificación y curaduría a los espectáculos en vivo que ya se realizaban en el restaurante Mucho Bueno del cual profundizamos en otra ocasión porque ameritaba un capítulo aparte, dado su trabajo en la difusión cultural.
Actualmente, Sabrina es dueña de Punto Polonio, un emprendimiento que ofrece circuitos guiados para explorar la naturaleza del Cabo. Su propuesta incluye cuatro recorridos temáticos, "El descanso del lobo", "Cuevas y piedras encantadas", "Dunas Marinas" y "El templo de la buena vista". Estos senderos, guiados por expertos en turismo natural, permiten a los visitantes conocer la riqueza ambiental y cultural de la zona.
Organizar eventos en Cabo Polonio es un desafío. No hay electricidad, el acceso es limitado y todo debe planificarse con cuidado. Para los artistas que llegan a tocar allí, la experiencia es única. “Desde el momento en que aceptan venir, ya existe una conexión con este lugar que transforma la experiencia musical en algo casi utópico”, me comenta. Las bandas reciben un caché, alojamiento y comida, pero, sobre todo, se llevan la vivencia de un entorno mágico. Este sábado 8 de febrero Mandrake Wolf y Nacho Echeverría hicieron una presentación abarrotada de público, allí en Mucho Bueno, que tuvo que expandir el escenario para deleite de los que asistieron.
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Mandrake Wolf y Nacho Echeverría en Mucho Bueno.
Para Sabrina, Cabo Polonio es un espacio de experimentación, convivencia y respeto por la naturaleza, donde cada proyecto debe pensarse en armonía con el entorno. Y, como cada verano, ella vuelve y apuesta por seguir creando experiencias inolvidables en este rincón único de Uruguay.
Tragos Locos
El bartender, manager, músico, artista, barbero, Gonzalo Mesquita, tiene un espacio pintoresco, caribeño, peculiar, en Cabo Polonio, en esa ruta que es el centro de la localidad y que está resguardada por pequeños emprendimientos. Tragos Locos ofrece una amplia variedad de preparaciones para refrescar al visitante. Cubana al fin, pedí un Mojito y les puedo asegurar que no tenía nada que envidiar a los que se hacen en los mejores bares de La Habana.
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Gonzalo Mesquita, bartender.
Gonzalo me cuenta que llegó a Cabo Polonio hace doce años, sin saber que ese viaje inesperado cambiaría su vida por completo. Con 33 años hoy, recuerda aquel día en que su padre y su hermano lo buscaron de sorpresa en Montevideo, donde trabajaba en un bar. No tenía idea de a dónde lo llevaban, solo sintió la emoción de lo desconocido. Al pisar el Polonio, todo cambió.
"El encontrar ese destiempo con la ciudad, esa falta de autos, de teles, de enchufes, de ritmo... Vi otra película. Y dije: 'Tengo que encontrar la forma de quedarme'".
La oportunidad llegó cuando Dani, el dueño de un restaurante, le dio la chance de trabajar como bartender. El bar en ese entonces era solo un rincón dentro del restaurante, pero con los años y el interés creciente de los visitantes por los tragos, la idea fue creciendo hasta convertirse en su propio espacio, Tragos Locos. El nombre se lo sugirió una amiga brasileña, inspirada en una cadena de bares llamada "Drinky Loco".
"Al principio se llamaba Licuados Magic, pero lo cambiamos a Tragos Locos por un tema de marca y diferenciación."
Para Gonzalo, la coctelería es un arte y cada trago es una obra única. Practica la mixología, combina ingredientes y frutas para crear bebidas de autor, y lo hace con un enfoque singular, observa al cliente, su vestimenta, su personalidad, sus preferencias, y con esa información diseña un trago que sea irrepetible.
"Cada trago tiene que ser único. Que la persona lo sienta como propio".
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Emprendimientos en Cabo Polonio.
Gonzalo también ha sido testigo de la evolución del Polonio. Desde la mejora en la logística de servicios para turistas hasta cambios en la infraestructura, reconoce que el lugar ha crecido sin perder su fundamento. Aunque la llegada de turistas internacionales y figuras mediáticas cambió un poco la dinámica, él cree que la esencia del Polonio sigue intacta.
A pesar de los rumores sobre posibles cambios en la estructura del lugar, -porque se habla de la demolición de ranchos y la construcción de hoteles-, hasta ahora nada se ha concretado. Hace unos años, me comenta, los lugareños incluso organizaron una manifestación en contra de un plan de manejo que pretendía modificar la zona.
"Queremos que el Polonio se mantenga como es. Hay un deseo colectivo de proteger lo que lo hace especial".
Aprovisionamiento El Templao
El Templao se encuentra casi inmediatamente al bajar de los camiones que hacen los traslados por las dunas, es un punto de aprovisionamiento en medio del singular paisaje de Cabo Polonio. Para quienes trabajan allí, este rincón del mundo es su hogar, su cotidianeidad, un lugar donde el tiempo parece detenerse.
"Es diferente a otros lugares, a la ciudad, es otra manera de vivir", me dice uno de los trabajadores, con serenidad. A diferencia de otros que vienen y van, ellos permanecen todo el año, viendo el flujo incesante de visitantes que llegan con cada temporada en busca de desconexión y de la simpleza que en otros lados escasea.
El nombre del lugar, El Templao, responde a la elección de su dueño, pero bien podría describir la forma en que aquí se vive, con un equilibrio entre la rusticidad y la calidez. A lo largo de los años, han visto cómo Cabo Polonio ha ido transformándose, recibiendo cada vez más viajeros de Europa por ejemplo y de otras partes del mundo, maravillados por un entorno donde la electricidad es un lujo administrado con ingenio. Paneles solares y un generador son los aliados que permiten mantener las bebidas frías, pequeños detalles que se valoran en un sitio donde lo esencial cobra otro significado.
"Ha cambiado mucho, hace veinte años esto era totalmente diferente", recuerdan con nostalgia, pero también con la convicción de que los avances no deben borrar la magia de lo simple. Prefieren que el lugar conserve su carácter peculiar, su identidad, esa que hace que cada persona que pisa su arena se sienta en un mundo aparte. En un Cabo Polonio que, pese a todo, sigue siendo un refugio fuera del tiempo.