La causa Antel Arena es un invento desde el vamos. Fue un intento grosero de guerra jurídica, de lawfare que llevaron adelante los dirigentes de la coalición, y en especial Lacalle Pou, con la complicidad de los medios de comunicación que transformaron una obra hecha de forma completamente legal, que ha traído muchos beneficios para Montevideo y para Antel, en una cosa sospechosa, manchada por la suspicacia, haciéndole en el camino un daño inestimable a la empresa tecnológica más importante del Uruguay, que además es pública, y horadando el buen nombre de Cosse y el prestigio del gobierno del Frente Amplio.
A nadie le puede caber duda de que la orden de Lacalle de insistir judicialmente con la causa archivada, justo antes del comienzo formal de la campaña electoral, buscaba echar barro sobre una precandidata y sobre la fórmula más probable de la izquierda, incluso a sabiendas de que insistían con una denuncia sin sustento, en una estrategia deshonesta y mamarrachesca, además de costosa para el Estado que pagó a los abogados que se obstinaron en esta intentona de asedio judicial avieso, infame, desviado.
¿Cómo se debe actuar cuando hay una estrategia llevada adelante desde un Gobierno, en conjunto con un aparato mediático bien regado de beneficios, para perjudicar a líderes políticos o partidos mediante causas truchas, sin fundamento jurídico? ¿Cómo se protege a la democracia de este fenómeno que tanto daño ha hecho en otras partes del mundo?
Es una fortuna que el caso trucho llevado adelante por dos personas lideradas por la entonces dirigente del partido nacional Romina Celeste no haya prosperado, porque la supuesta agredida por Yamandú Orsi reconoció que habían inventado todo. Y es una fortuna que esta causa haya merecido dos archivos consecutivos por sendos fiscales que no se dejaron presionar por los medios y evaluaron la prueba y los testimonios con honestidad y profundidad. Pero ambos intentos de ensuciar la cancha protagonizados por la derecha deben llamarnos la atención, porque un día la causa la agarra una fiscal deshonesta y militante como Gabriela Fossati y no sabemos dónde termina.