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Editorial esquema Ponzi | emprendedores |

"Reforma agraria en beneficio propio"

El síndrome de la vaca loca

Hicieron desaparecer más de 500 millones de dólares de “emprendedores” (así los califica Luis Lacalle Pou) que invirtieron en un esquema Ponzi.

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Hace mucho tiempo que pienso que el mayor riesgo de los poderosos es la pobreza; que si se eternizan las injusticias, siguen aumentando los niños pobres, continúan extendiéndose los asentamientos, las injusticias y las desigualdades, no van a ser los comunistas los que los van a asaltar a los ricos en Punta del Este ni los van a secuestrar para obtener rescates o matar en una rapiña, sino que el riesgo mayor está en los que no conocen otro mundo más que el de la miseria y la marginalidad y no tienen otros ejemplos donde mirarse que el del delito, el éxito fácil, la droga y la violencia.

Pero estos últimos meses me han abierto los ojos y me he encontrado que la codicia es tal vez un riesgo igual o aún mayor para el que tiene mucho y no puede parar de acumular, incluso a costa de correr el riesgo de perderlo todo.

Hoy sabemos que los Larrarte, los Artagaveytia, los Carrasco, los Basso o los Campomar son más peligrosos para muchos “inversores” poderosos que los Andrade, los Castillo, los Pereira, los Mujica o los Orsi.

Hoy sabemos que un Pablo Carrasco o el “Lechuga” Campomar tienen más pólvora que una 9 milímetros.

Se informa que hicieron desaparecer más de 500 millones de dólares de “emprendedores” (así los califica Luis Lacalle Pou) que invirtieron en un esquema Ponzi sus pequeñas o grandes fortunas, bien o mal habidas, con el propósito de multiplicarlas sin esfuerzo.

Curiosamente, todos los “emprendedores” que dejaron en la vía a los otros “emprendedores” que confiaron en ellos son “blancos como paleta de bagual” y merodeando casi siempre está el Opus Dei de los dos lados del mostrador, de los jodidos, como el obispo de Canelones, y de los jodedores, como el que recibía la Eucaristía todos los días.

Con el cuento de que “la vaca les gana”, Carrasco les hizo la “reforma agraria en beneficio propio”, como leí por ahí. Carrasco —como su homónimo— reunía a sus prospectos en una audiencia de Emiliano Cotelo y les mostraba una pelota de fútbol a los clientes. En la arenga, con ínfulas de “winner” invencible, les decía: “La pelota es de cuero, el cuero sale de la vaca. ¿Y qué come la vaca...?”. A continuación pasaba la gorra. Y, como contaba el periodista que cito: les mostraba su "juego" en un pizarrón y les decía que lo de él era un "tiki tiki" espectacular para hacer millones de dólares en un rato. Y todos festejaban, inversores, emprendedores, consignatarios, arrendatarios, camioneros… hasta que durara, y para algunos duró veinte años; para los más giles duró lo que un lirio.

Alcanza con recordar que hubo gente que aportó a la causa de Ponzi después de muerto.

Lo que va a pasar está por verse. Entre las tres empresas de “inversiones ganaderas” hay más de 5.000 damnificados. Los más grandes, algunos que pusieron 2.000.000 de dólares, tal vez nunca vayan a reclamar, en ese caso no es inversión sino lavado.

Hay muchos que no podrán justificar la plata que pusieron y habrá muchos más que sufrirán las injustas consecuencias de haberse dejado engañar y de creer en quien resultó ser un gigantesco, eficaz y audaz cuentamusas.

Lo que no será sorpresa para nadie es que, si se quiere investigar, hay mucha tela para hacerlo.

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