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Editorial Lacalle Pou | Frente Amplio | mayoría parlamentaria

Petulante, personalista y "canchero"

Lacalle Pou, el presidente en campaña

Lacalle Pou está en la campaña, metido, muy metido, violando el artículo 77 de la Constitución, ese que le prohíbe hacer proselitismo.

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A dos semanas y días de las elecciones, el presidente Luis Lacalle Pou continúa pasando por arriba de la Constitución y haciendo proselitismo en cada actividad de las muchas en las que participa. A la falsa cadena sobre el plebiscito de la seguridad social, llamando a la ciudadanía a votar opciones electorales concretas y exigiendo a la fórmula opositora pronunciamientos en un sentido determinado, hay que añadirle otros actos e inauguraciones estratégicamente situadas en el último mes de campaña electoral, donde con toda la soberbia de la que es capaz que no es poca se burla de candidatos del FA y dice que hay sacarlos a pasear por el país real.

Cualquiera se da cuenta de que es un hombre que miente mucho, arrogante y capaz de conductas increíbles porque simplemente siente que nunca va a tener que afrontar un costo.

De algún modo, eso explica su forma de dirigirse a los periodistas que le hacen preguntas, con frases del tipo “te lo digo yo”, “ vos sabés que yo no miento”, o retrucando con formulaciones prepotentes y medio extorsivas las tímidas interrogantes que un movilero atreve: “¿Usted sabía que Astesiano tenía prontuario semejante?”, algo así inquiere un muchacho, y algo así responde el presidente: “No te lo permito, ¿cómo me vas a preguntar eso a mí? Si te respondo que sí, entonces me estaría incriminando, pero si te respondo que no, estaría admitiendo una pregunta que me deja a mí… Bla, bla, bla”. En fin, un razonamiento retorcido, evasivo, pero que a la vez desnuda una enorme sensación de poder, porque ¿quién carajo es el man para permitir o no permitir una pregunta de un periodista que está haciendo su trabajo?

Como señalamos, Lacalle Pou está en la campaña, metido, muy metido, violando el artículo 77 de la Constitución, ese que le prohíbe hacer proselitismo y otros actos políticos de naturaleza electoral.

Pero, otra vez, la soberbia le impide ver que, lejos de favorecer a sus opciones, las perjudica. A mucha gente no le cae bien una conducta tan groseramente irregular, y como del otro lado de la coalición la cosa se promueve haciendo fierros en un gimnasio o chamuyando sobre el bienestar animal de perros de razas compradas en boutiques de mascotas sofisticadas (la producción de Ojeda consiguió perros actores hasta de pelaje colorado), las opciones son malas entre los partidos tradicionales. A la vez que caen los blancos, ya no levantan los colorados; quedaron ahí, estaqueados en algún lugar entre los 11 y 15 puntos, de acuerdo a las encuestas.

En este panorama, el Frente Amplio se acerca indiscutiblemente a la mayoría parlamentaria.

Le favorece, además, que comparece en un lema unido, con toda la izquierda detrás de una sola fórmula presidencial, mientras que los partidos que integraron la coalición van separados, con fórmulas distintas, y no acumulan para obtener representantes en el Parlamento. Así que, aun si quedaran empatados en votos, al final tendría más bancas el Frente Amplio por un asunto de puro diseño de la presentación electoral.

Así las cosas, el Frente Amplio más que duplica al que le sigue, supera a toda a la coalición y se presenta con un lema único que le beneficia enormemente en la asignación de bancas; ergo, se queda con la mayoría parlamentaria en el Senado y con mucha probabilidad en Diputados.

Todo lo vamos a saber en dos semanas.

Lo otro que vamos a saber es qué sucede con el plebiscito de la seguridad social. Votos va a tener muchos, hasta por el terrorismo concertado que se ha desplegado por toda la tierra media. Quizá no llegue, porque son muy mayoría los que no ensobran junto a sus listas y eso perjudica la chances, pero votos va a tener muchos y, suceda lo que suceda, semejante expresión de la ciudadanía no debe ser ignorada. En particular, la izquierda no debe ignorar ni subestimar semejante movimiento ciudadano, mucho menos cometer el error de reírse, de mojarle la oreja a la gente que lo milita.

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