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Editorial encuestas | campaña | movilización

campaña electoral

Último round

La emoción se la ponen las encuestas que habilitan una lectura peculiar de parte de los líderes de los partidos tradiciones.

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La campaña electoral que culmina no se ha caracterizado por la movilización masiva del oficialismo y no ofrece, en rigor, ningún motivo para que el gobierno se ilusione con la permanencia en el poder. La emoción se la ponen las encuestas que habilitan una lectura peculiar de parte de los líderes de los partidos tradiciones y esa multitud de analistas que los secundan, que hacen competir al Frente Amplio con un inexistente partido de la Coalición Republicana que, naturalmente, no existe y, por lo tanto, no acumula para las cámaras ni puede constituir una mayoría parlamentaria real.

Sin esa dosis de suspenso impuesto por las necesidades comerciales, cualquier observador prudente anticiparía un triunfo demoledor de la izquierda el próximo 27 de octubre, posiblemente duplicando al Partido Nacional y, para muestra, recordaría como antecedente inmediato la paliza que sufrieron los partidos del oficialismo en las pasadas elecciones internas, hace menos de cuatro meses, cuando por primera vez en las historia de las elecciones primarias fueron aplastados por el FA, que no ganaba una instancia de este tipo desde hacía 20 años, a la salida del gobierno indescriptible de Jorge Batlle.

A partir de ahí, la izquierda no ha cometido ningún error importante. Por el contrario, el partido del presidente Lacalle Pou ha protagonizado un sinfín de escándalos que comenzaron con la designación de Valeria Ripoll como candidata a la vicepresidencia y alcanzaron esta semana el delirio de mostrar al candidato Álvaro Delgado piropeando a la candidata en un acto, frente a su esposa, diciéndole con una lascivia inocultable “bombón”. Por su parte, el candidato colorado ha desarrollado una campaña insólita, capricornio muy capricornio, invirtiendo una cantidad descomunal de recursos en publicidades extremadamente frívolas que no por comentadas producen menos rechazo en la ciudadanía que adivina en la figura de Andrés Ojeda un chanta de campeonato. Mientras tanto, los otros dos partidos de la coalición se debaten en los márgenes de la inexistencia, apenas confiados a una suerte de voto inercial que sugeriría que no se puede perder todos los votos de una elección a otra , aunque nadie registre un solo motivo para conservar el voto en esta oportunidad.

Siguiendo la lógica de este razonamiento, lo que cabe esperar es que el próximo domingo 27 se confirme lo que ya anticiparon las elecciones internas y el Frente Amplio alcance la mayoría parlamentaria en el Senado y con un poco de viento a favor, la mayoría en la cámara de diputados, convirtiendo la instancia de noviembre en un mero trámite electoral.

Con respecto a los plebiscitos, la moneda está en el aire. No parece fácil que se apruebe ninguno de los dos, porque en las instancias plebiscitarias el ensobrado define mucho y, en el caso del plebiscito de los allanamientos sobre el que casi no se ha discutido, la presunta mayor adhesión se acompaña de una completa intrascendencia en el debate público, por lo que cabe suponer que la mayor parte de la población no le está dando la más mínima pelota.

Otro gallo canta con respecto al plebiscito de la seguridad social. Es difícil que se apruebe porque la mayoría de los sectores políticos a derecha e izquierda no ensobran y por la inmensa campaña del terror desplegada. Sin embargo, en este último componente radica también la expectativa sobre su aprobación: es tanto el terrorismo, los pronunciamientos de líderes, técnicos, banqueros, empresarios, y hasta fondos internacionales, que la gente ya le agarró el gustito a un acto de rebeldía contra la negativa de todo el universo de personas que nunca cobró ni cobrará la jubilación mínima. Esa posibilidad de épica plebeya le da chances al plebiscito de ser aprobado, porque su oportunidad radica en un acto multitudinario de indisciplina, de orejanos movidos por la conciencia y contra todo, casi que una hazaña de la garra charrúa, algo que al pueblo uruguayo le encanta, le moviliza, le emociona. Faltan sólo 9 días. Ya veremos.

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