Siguiendo la lógica de este razonamiento, lo que cabe esperar es que el próximo domingo 27 se confirme lo que ya anticiparon las elecciones internas y el Frente Amplio alcance la mayoría parlamentaria en el Senado y con un poco de viento a favor, la mayoría en la cámara de diputados, convirtiendo la instancia de noviembre en un mero trámite electoral.
Con respecto a los plebiscitos, la moneda está en el aire. No parece fácil que se apruebe ninguno de los dos, porque en las instancias plebiscitarias el ensobrado define mucho y, en el caso del plebiscito de los allanamientos sobre el que casi no se ha discutido, la presunta mayor adhesión se acompaña de una completa intrascendencia en el debate público, por lo que cabe suponer que la mayor parte de la población no le está dando la más mínima pelota.
Otro gallo canta con respecto al plebiscito de la seguridad social. Es difícil que se apruebe porque la mayoría de los sectores políticos a derecha e izquierda no ensobran y por la inmensa campaña del terror desplegada. Sin embargo, en este último componente radica también la expectativa sobre su aprobación: es tanto el terrorismo, los pronunciamientos de líderes, técnicos, banqueros, empresarios, y hasta fondos internacionales, que la gente ya le agarró el gustito a un acto de rebeldía contra la negativa de todo el universo de personas que nunca cobró ni cobrará la jubilación mínima. Esa posibilidad de épica plebeya le da chances al plebiscito de ser aprobado, porque su oportunidad radica en un acto multitudinario de indisciplina, de orejanos movidos por la conciencia y contra todo, casi que una hazaña de la garra charrúa, algo que al pueblo uruguayo le encanta, le moviliza, le emociona. Faltan sólo 9 días. Ya veremos.