La iniciativa, que articula acción sindical, organización comunitaria y conciencia de clase, busca “reconstruir el puente entre los trabajadores y su historia”, según expresó el psicólogo Pablo González, secretario de organización del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza Privada (SINTEP) y referente del Centro Juvenil Bella Italia. “Tenemos el desafío de construir un futuro desde abajo, con nuestras propias manos, donde la solidaridad se imponga a la apatía”.
Bajo la consigna “Sigamos construyendo un movimiento sindical solidario y en unidad”, el sábado 26 de abril a las 15 horas se realizará el lanzamiento del Plan de Acción de las brigadas de AUTE, SINTEP, SUNCA y UNTMRA. La actividad se desarrollará en el local de la Comuna Bella Italia, en Copérnico esquina Florencia.
Formación y acceso a derechos
El licenciado en Psicología Pablo González, explicó que se realizará una asamblea abierta con los vecinos de la zona de Bella Italia, en coordinación con el colectivo Comuna Bella Italia. Allí se presentarán los
talleres y se expondrá el plan de acción unificado, que cuenta con un componente de formación y otro de acción. El primer componente está vinculado a la formación, ya que cada sindicato ofrecerá cursos para las vecinas y los vecinos: la UNTMRA brindará un curso de herrería; el SUNCA, uno de albañilería; el SINTEP, apoyo educativo a través de sus brigadas pedagógicas; y AUTE, un curso de electricidad. Una vez finalizados los cursos y junto con los vecinos que hayan participado, se llevarán a cabo acciones solidarias de mejora en algunas viviendas del propio barrio.
“Este proceso busca fortalecer tanto la formación como el acceso a derechos por parte de las vecinas y los vecinos, y al mismo tiempo, contribuir al desarrollo de la conciencia de clase y a la organización comunitaria frente a las profundas desigualdades que enfrentan a diario”, señaló el dirigente sindical de SINTEP. “Muchos de ellos, lamentablemente, hoy están desempleados, sin acceso al mundo del trabajo y viven en condiciones de extrema vulneración de derechos. Bella Italia en particular es una de las zonas de Montevideo con mayores niveles de desempleo”, dijo. Además, recordó que un estudio de la Universidad de la República ha evidenciado “niveles alarmantes de inseguridad alimentaria en niños y niñas de la zona”.
González subrayó que el proyecto también busca que el movimiento sindical fortalezca sus vínculos con la comunidad, “ofreciendo el conocimiento propio de cada oficio y profesión, y colaborando en la organización de los vecinos y vecinas para acceder a derechos históricamente vulnerados”.
Se estima que alrededor de un centenar de brigadistas participarán en esta iniciativa, integrando las cuatro organizaciones sindicales.
González señaló que el objetivo es superar ciertos niveles organizativos que, hasta ahora, se han desarrollado en el plano territorial, pero que han tenido un carácter más bien transitorio. “La idea es avanzar hacia un esquema de trabajo más permanente, donde los sindicatos puedan actuar codo a codo y permanecer junto a los vecinos en los territorios”.
Los cursos tendrán una duración de dos horas por taller, dos veces por semana, durante un período de entre dos y tres meses, según la naturaleza de cada curso.
Una vez finalizada esta etapa de formación, comenzarán las acciones de las brigadas. “En algunos casos será una sola brigada la que intervenga; en otros, podrán ser dos, y eso también dependerá de lo que cada sindicato esté en condiciones de aportar”, explicó.
“Todo esto y más aún en el marco de un 1º de mayo, forma parte de la esencia misma de nuestra historia sindical: la solidaridad con los más débiles, con quienes lamentablemente muchas veces son invisibilizados por el conjunto de la sociedad. Los trabajadores y trabajadoras debemos estar presentes para visibilizar esa opresión que hoy se vive y que ya es insostenible”, remarcó.
El desafío de construir futuro desde abajo
“La mejor forma de decir es hacer”, afirmó González. “Estar junto a la gente, hacer visible al Estado, lograr que esté presente y haga valer los derechos de esta población”.
Explicó que hay dos componentes que para el movimiento son fundamentales. “Cuando desde el SINTEP pensamos en lanzar las brigadas pedagógicas, entendimos que primero debíamos tomar contacto con la historia: con lo que fueron las misiones pedagógicas en Uruguay, en México, en España. Tomar esa experiencia histórica nos permitió proyectar hacia el futuro. Y en esa construcción de futuro, en esa bandera que lamentablemente ha caído -porque dejamos de dar determinadas luchas- la idea es retomarla, levantarla, porque es parte de nuestra historia, y reconstruirla en este 2025. Nos preguntamos cómo serían hoy aquellas misiones pedagógicas y ahí aparece el desafío de construir un nuevo horizonte, una nueva perspectiva y hacerlo junto con la gente. Nosotros tenemos el desafío de construir un futuro desde abajo, con la gente, con las propias manos de los trabajadores. Estar donde debemos estar, donar nuestro tiempo de manera solidaria, y que eso no sea la excepción sino una práctica habitual, parte de nuestra formación como militantes. Es también un proceso de autoformación, de visibilización hacia el conjunto de la sociedad uruguaya, que muchas veces desconoce o vive de espaldas a estas realidades. Y ahí aparece también el trabajo por la conciencia de clase, por llegar a sectores que quizás hoy no se identifican con el movimiento sindical. Y esto habilita a preguntarnos qué nos está pasando, ya que muchos de quienes participarán en estos cursos están o han estado trabajando en condiciones de altísima vulnerabilidad, en la informalidad, cobrando sueldos por debajo de los laudos, sin embargo no se identifican con la clase trabajadora. Entonces tenemos que analizar qué nos ha pasado como movimiento y por qué se rompió ese puente”, reflexionó. “¿Qué tenemos que hacer para reconstruir esa conciencia de que todos somos trabajadores, de que todos formamos parte de una misma clase social?”, se preguntó González. “Solo desde ahí podremos generar la fortaleza necesaria para impulsar las grandes transformaciones que promueve el movimiento sindical”.
En otro punto, señaló que en los procesos de construcción subjetiva “lamentablemente se han ido naturalizando ciertas afirmaciones profundamente injustas. En el seno mismo de la sociedad se ha instalado la idea de que ‘las cosas son como son’. Se mide a una población que nació, por ejemplo, bajo un techito de chapa, sin la presencia de sus padres, con un niño que tuvo que cuidar a sus hermanos desde muy chico, con una vara meritocrática completamente absurda. Cualquier ser humano con un mínimo de empatía no puede esperar una igualdad real de oportunidades en un país donde, en el quintil más pobre, apenas dos de cada diez gurises acceden a estudiar, mientras que en el quintil más alto lo hacen ocho de cada diez. Ese escenario configura una lógica perversa, que instala la idea de que esto es inevitable, que es natural. Y tenemos que preguntarnos por qué -como movimiento social y sindical- muchas veces dejamos de decir ciertas cosas para preservar determinados equilibrios. Pero ese silencio también tiene un costo. Ha generado un corrimiento del debate político hacia la derecha. Ya no hablamos de conciencia de clase; se dice de otra forma. Ya no impulsamos brigadas solidarias como antes, nos cuesta mucho más organizar. Pero creo que justamente ahora es el momento de levantar nuestras banderas, de reconstruir la legitimidad histórica del movimiento sindical y poner énfasis en nuestros valores más positivos. Esa es la mejor forma de enfrentar el avance de los discursos de derecha, no en los escritorios, sino en el territorio, junto con la gente. Porque el hacer, el estar presentes, el permanecer, es lo que logra romper los relatos hegemónicos de los grandes medios de comunicación”.
En este sentido, González dijo que para que esos discursos “caigan por su propio peso”, se debe estar donde hace falta estar. “Llegar para quedarnos y desde ahí, edificar un nuevo futuro”.
Que la conciencia y la solidaridad se impongan a la apatía y la desesperanza
“Hay una preocupación de fondo que tiene que ver con la forma en la que está construida nuestra sociedad. Muchas veces se da por natural la opresión instalada. No la vemos, no la cuestionamos, y hasta terminamos siendo nosotros mismos quienes la reproducimos. No hace falta un Ejército que nos imponga una práctica determinada. Ya los grandes medios de comunicación, las redes sociales y todo el sistema cultural dominante generan una sociedad cada vez más desapegada, más deshumanizada, donde ya no importa lo que le pasa al otro, sino cómo puedo crecer yo individualmente. Y esa desconexión también afecta nuestra percepción de la realidad. Nos preocupamos más por lo que pasa en el lugar más lejano del mundo que por lo que ocurre a nuestro alrededor. Y eso no es casual. Las redes sociales no son neutrales: su intencionalidad es fomentar la autoexclusión y la autodominación. Uno termina rigiéndose por parámetros que no eligió, que son impuestos y funcionales a la reproducción del sistema. Entonces tenemos que analizar de qué forma destruimos esa construcción y cuánta energía transformadora, cuántas fantasías de cambio se vuelcan hoy en las redes sociales y quedan ahí, en una ilusión que nunca se materializa. Por tanto creo que el mayor temor del sistema es que esa fantasía se vuelva realidad. Que ese sujeto enajenado tome contacto con su propia vida, con su realidad, y decida transformarla”.
González subrayó que en Uruguay muchas personas están atrapadas en esa lógica. “Por eso decimos que la conciencia y la solidaridad son, para el movimiento sindical, las herramientas fundamentales para enfrentar la apatía, la desesperanza y todo el aparato de construcción subjetiva de la derecha. Frente al discurso del ‘hacé la tuya’ y al consumo como único horizonte, la salida es levantar nuestras banderas con firmeza”.
También expresó preocupación por el sentimiento de ajenidad que ciertos sectores populares sienten frente al sindicalismo. “Hay discursos que culpan a la población empobrecida por su falta de conciencia de clase. Pero yo trabajo con gurises que viven en asentamientos, que son morenos, y que se refieren al otro como ‘ese negro del cante’. Muchas veces sus propias conductas reproducen discursos violentos, que terminan justificando su exclusión. Como decía Paulo Freire, tienen el opresor introyectado: terminan oprimiéndose a sí mismos. Ahí es donde debemos actuar, en la construcción de conciencia de clase, en el trabajo cotidiano con y desde esos sectores. Y este proceso en Bella Italia es un paso muy importante, no solo para el barrio, sino para consolidar un trabajo sostenido de todas las brigadas, en unidad, con permanencia. Creo que estamos ante un desafío que puede llegar para quedarse, y que ojalá se expanda a otras regiones del país”.
Compromiso y permanencia en el territorio
Pablo González nació en Carmelo, es licenciado en Psicología y desde hace más de 15 años trabaja como coordinador en un proyecto social del Centro Juvenil Bella Italia, gestionado mediante un convenio con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). Este proyecto es impulsado por la cooperativa de trabajo “Hincapié”, una iniciativa surgida del movimiento sindical. “Lo mejor que tiene este trabajo es que después de muchos años, encontrás cosas que todavía te roban una sonrisa. Y disfrutás ese momento en que alguien con quien luchaste tantas veces, que no te escuchaba, aparece años después y te dice ‘gracias’. Pero también te parte el alma ver cómo se repiten muchas historias. Que generación tras generación sigamos viviendo la misma desigualdad. Hace diez años un joven pasaba por esto y hoy viene otro y le pasa exactamente lo mismo”.
Para él, la permanencia en el territorio es fundamental. “Estar durante años en el mismo lugar te permite ganarte el respeto de los vecinos, abrir diálogos más francos y construir cosas que con un paso fugaz serían imposibles. Pero el día que estas realidades dejen de tocarme las fibras, me tengo que ir. Porque uno pone el cuerpo ahí. Y eso duele: el insomnio, el estrés, el dolor de cabeza... hasta el techo duele, porque estas realidades superan la ficción. Son aberrantes”.
González también cree que la ausencia del Estado es una forma de violencia. “La falta de respuesta institucional duele. Es muy violento que se naturalice la violencia y la forma en la que se perpetúa. Porque se instala esa idea de que ‘hasta acá puedo llegar yo’. Pero la violencia está en todas partes: en el hambre, en el frío, en no tener una ducha caliente, en la violencia intrafamiliar, en los abusos sexuales, en la indiferencia estatal, en la falta de recursos, en la ausencia de políticas públicas, en todas partes y por ello tenemos que estar en territorio. Porque de acá venimos”.
(Producción MC)