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Entrevistas lavado de activos | Uruguay | Ricardo Gil

Con Ricardo Gil

Lavado de activos en Uruguay: pescando tiburones con un calderín

La serie Debate de la editorial Penguin Uruguay publicó el libro “Vendedores de cuchillos. El lavado de activos en Uruguay”

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Caras y Caretas Diario

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Con la autoría de los contadores Ricardo Gil, Daniel Espinosa y el Dr. en Ciencia Social, Gabriel Tenenbaum, el libro aborda un tema que aún no ha incluido con rigor la agenda del sistema político.

En el tema lavado de activos en Uruguay, Ricardo Gil es uno de los expertos que impulsó en el 2005 las políticas públicas contra ese delito; junto a Daniel Espinosa, actualmente consultor internacional en la materia, y al reconocido sociólogo Gabriel Tenenbaum, ponen a disposición del público, pero sobre todo del sistema político, la situación que atraviesa el país, que a pesar de sus avances a nivel legislativo y de fuerte combate en el periodo 2005-2019, advierten sobre las debilidades institucionales, la actual política oficial ambigua en torno al tema y una clara falta de controles necesarios que no permiten ejecutar las definiciones en el marco legal.

El concepto que titula el libro resulta claro con las tres citas que ofician a modo de prólogo: dos de las tres menciones son declaraciones de Ignacio de Posadas cuando era ministro de Economía del Gobierno de Lacalle padre y del propio Lacalle, que de alguna manera expresan que no es culpa de los fabricantes de cuchillos si luego alguien los usa como arma para matar.

La tercera cita es del abogado Carlos Cubero Tamaro, defensor de varios delincuentes de cuello blanco a los que reconoce como sus clientes por ser la “delincuencia de la inteligencia”, al decir de Tenenbaum, un protector del capital.

Ustedes siempre han partido de la base de la falta de percepción, sobre todo del sistema político, de la magnitud del fenómeno, y supongo que parte del objetivo del libro es tratar de colocar el tema en agenda.

Sí, y colocarlo de una manera donde la pregunta de si en Uruguay se lava no deje ninguna duda. Más de la mitad del libro se dedica a casos, y para los que todavía tienen dudas, porque se sigue diciendo “que en Uruguay se lava porque se lava en todo el mundo pero que tampoco hay que preocuparse mucho, que no estamos primeros ni segundo en la lista”. Y lo que nosotros mostramos ahí es que efectivamente en Uruguay se lava muchísimo, se ha lavado mucho en décadas, y que si no hacemos nada, el riesgo del crimen organizado, que es la otra cara del lavado, que es lo mismo que el lavado, se va a materializar muy rápido.

Yo creo que leyendo los casos nadie debería dudar, nadie debería volver a decir “capaz que no se lava tanto”, como dijo algún fiscal. Ahí contamos el mecanismo de los doleiros, brasileros operando en Uruguay, donde dos tipos se instalan acá en una oficina con programas bastante sofisticados y mueven US$ 1.600 millones; es un camión de plata, tenían 3.000 empresas en 52 países. Un tema dificilísimo de detectar si el país donde se hacen esas maniobras, que era Brasil, no lo detecta y te pide colaboración. Pero esos muchachos se instalaron acá, hicieron todo eso tranquilamente con otros casos más conocidos, como Figueredo, donde hablamos de millones de dólares, o casos donde no hubo condenas por lavado, pero está claro que había cosas raras. Por ejemplo, el contrabando de metales preciosos que se da en el año 2008, que implicó una operación policial, básicamente implicó que las exportaciones de Uruguay bajaran de un año a otro de $104 millones a cinco, casi 100 millones menos de exportación de oro. ¿Por qué? Porque se les cortó la joda, porque se cortaron las maniobras de entrada al país de oro clandestino.

¿Pero esos golpes que confirmaron la presencia de organizaciones delictivas no interrumpieron su actividad?

Nosotros sostenemos que sí, que sigue pasando, porque la presencia del crimen organizado está fuera de toda duda. Que hay más delito grande, que hay más tráfico de armas, de personas, de droga, nadie lo pone en duda, y si hay más de todo eso, hay más lavado. No hay otra.

En el libro hay un concepto que tiene que ver con una cuestión de fondo y es no agitar mucho el tema del lavado de activos, porque genera un clima para favorecer las inversiones por un lado, y una baja percepción general en la población.

Para muchos sectores de la población y del sistema político hay una baja percepción de riesgo, porque nadie se siente víctima del lavado. La gente se siente víctima de otros delitos, no del lavado. Y creo que no hemos hecho un buen trabajo, y en el libro también lo insinuamos, para mostrar la relación que tiene el lavado con lo que pasa en los barrios, con lo que pasa en las esquinas, con los sicarios, con las muertes, con las bocas. Hay una relación directa que después lo podemos conversar. Esa es una zona.

Otra zona es, y autoridades del Gobierno actual y de la SENACLAFT actual lo han planteado, que este es un país chico que precisa inversiones, entonces si algo malo capaz que se nos cuelga, paciencia, no lo podemos evitar, porque las inversiones son muy importantes.

Entonces el tema es que efectivamente necesitamos inversiones, pero necesitamos inversiones sanas. Los efectos terribles para el país de esas inversiones que dice que se nos cuelan son pesados y los casos lo demuestran, y hacen mucho daño al país.

Y hay un tercer elemento que hay que manejarlo con cuidado, pero hay gente a la que no le molesta que pasen estas cosas, porque curran, porque con esto hacen negocio. Son todos los que integran la cadena de valor del delito, son empresas que delinquen por plata, que tienen peones, capataces, dueños, asesores. Todos ellos viven de esto. Algunos ganan el mes con esto, otros ganan millones de dólares con esto. Pero hay gente que prestando servicios a esta operatoria ha hecho su actividad central. Y me refiero no a los delincuentes pobres, sino a los delincuentes ricos, a los tipos que son asesores. Algunos de los casos que mostramos reflejan claramente la importancia de los asesores para hacer un lavado un poquito más sofisticado. El caso de la operación Campanita es clarísimo. Contadores, abogados, escribanos… Entonces ahí no hay ni baja percepción de riesgo, ni preocupación por las inversiones del país, lo que hay es preocupación por mi bolsillo, por ganar mucha guita con esto y por echarle la culpa de la violencia a los muchachos de barrio y decir que los de corbata, auto lindo y que viven en Carrasco o en Pocitos son todos buena gente, lo cual no es cierto.

Los protectores del capital

Gabriel Tenenbaum, que es uno de los tres autores, trabajó ese tema en un libro propio, y los vendedores de cuchillos son exactamente esos mismos señores. El libro cita declaraciones, por ejemplo, de Ignacio de Posadas que, hablando de los fabricantes de cuchillos, dice que “si en vez de cortar pan matan a alguien con eso, no es culpa de él”. O sea, se lava olímpicamente las manos, pero cuando uno está metido hoy en otros temas, y se habla de responsabilidad social empresarial, y los empresarios preocupados por la comunidad, etc., este tipo de planteos parece ir exactamente en sentido contrario. Y la historia demuestra que este tipo de gente asesoró, le vendió, le aportó directores a sociedades anónimas de delincuentes que lavaban plata del narcotráfico, del tráfico de personas, etc.

Entonces no hay que pensar en los delincuentes solo en los de barrio, en los sicarios, que son delincuentes, que hay que combatirlos, que hay que perseguirlos, que hay que ponerlos presos si se los detecta y atrapa, pero no olvidarnos de la otra cara, que en el tema de lavado es bastante más importante, porque estamos hablando de los niveles superiores, que es donde las empresas deciden su futuro. O sea que el futuro no lo deciden los peones, ni garantizan la continuidad del negocio. Los que garantizan la continuidad del negocio son los patrones, los dueños y sus asesores, que son estos muchachos.

¿Esta estrategia de jerarquizar el combate al microtráfico, forma parte de alguna manera de una idea de distraer de estos grandes asuntos?, ¿o le es funcional?

En realidad, si llevan preso al gurí de barrio que vendía droga o al sicario, da como una sensación de seguridad pública más estable, más tranquila, pero creo que hay gente que de alguna manera no ve esta parte del asunto, no ve la importancia de este sector alto de asesores y delincuentes de cuello blanco, y hay otros que no lo ven porque no lo quieren ver, hay un tema ideológico también.

El exministro Heber no hace mucho dijo algo así como que hay que capacitar a los policías en el lavado en pequeñas calles. ¿Eso qué es?, ¿qué implica? Implica decir “bueno, acá el lavador es el narco de barrio, es el delincuente pobre”. Es un tema casi con un componente de clase. En el mismo sentido que nos dicen que el peligroso es el pibe que viene con la visera para atrás y con championes así y asá, y hay que cruzar la vereda para que no nos pase muy cerca, también parecería que el lavador es el que se compra una moto en un barrio, con lo que hizo en la boca, se compra una camioneta, y que si le sacamos eso y lo metemos preso, el tema del lavado estamos cumpliendo. No estamos cumpliendo nada. Ahí no se juega la continuidad del negocio. Acá el tema es que la plata viene de delitos y vuelve a los delitos.

El lavador grande no gasta en el shopping. Todo lo que gana son millones de dólares, los reinvierte, los usa para volver a delinquir. Entonces, cortar la cadena implica tocar a la empresa arriba, no abajo. Tocar abajo primero sirve en el sentido de combatir una parte del delito, que está bien combatirlo, pero desde el punto de vista de cuestionar la viabilidad de la empresa, no tiene efectos. Cerrás la boca, metes preso al tipo, le sacas la camioneta. Mañana hay cuatro más que hacen exactamente lo mismo, que lo que ganan es para comprar una camioneta, para comprar una casa, para bancar a la familia. No ganan millones de dólares en el barrio. Pero hay otros que sí ganan millones de dólares. Y bueno, nosotros mostramos en libros justamente algunos volúmenes de negocios que son impresionantes y que a veces ni quedan acá y, si quedan acá, no están en el Marconi ni en el cerro, están en otro lado.

¿Cuánto impacta en la economía uruguaya el blanqueo de esos capitales?

En realidad no hay cifras razonables, serias, confiables en ese sentido. A nivel internacional se maneja entre un 2,5 % a 5 % del PBI. Acá justamente en el libro se menciona un estudio que hizo la SENACLAFT en el período anterior, cuando estaba haciendo la evaluación nacional de riesgo, y andamos un poco por debajo de eso, por debajo de un 1 %.

Pero incluso eso no se publicitó en su momento porque son cifras muy primarias, muy estimativas. Entonces, como toda actividad ilegal, podés tener indicadores indirectos, pero nunca vas a tener una cifra razonable.

Una cifra que en su momento nos sorprendió bastante: la Evaluación Nacional de Riesgos dice que Uruguay decomisó mercadería de contrabando por US$ 74 millones en un periodo de cuatro años. Si eso les sacaste a los contrabandistas, ¿cuánto hay?, ¿cuánto no les sacaste? Se estima que les sacás entre el 8 % y el 10 %, pero estás hablando de centenas de millones de dólares que se movilizaron en contrabando. No es el contrabando de los uruguayos a Buenos Aires, el contrabando de los uruguayos a Chile… Son empresas organizadas para contrabandear, que después abastecen a las ferias, a algunos boliches que venden bagallo, todo eso. No tenés ni un solo caso de lavado de plata que provenga del contrabando.

Según las cifras oficiales de la SENACLAFT, en el año 2023 hubo 4.000 condenados por delitos que generan lavado, pero hubo cuatro condenados por lavado. Estás agarrando uno de cada mil. Se supone que en todos esos casos hay lavado. Vos podes decir “no los puedo agarrar todos, selecciono los más grandes, hago análisis de riesgo”, está bien, no podés agarrarlos a todos, no podés investigar lavado en todos los casos, pero si agarrás a uno de cada mil, estás en problemas.

Estamos hablando de que en el país se está acopiando droga. Y si eso implica servicios y el servicio se paga con plata y con droga, entonces son cifras enormes que no estamos ni detectando ni mucho menos deteniendo ni recuperando. Afectar a las organizaciones y a las empresas directivas también pasa por afectarles las finanzas, que es sacarles la plata y que la plata vuelva a la sociedad. Eso no está pasando.

¿Cómo afecta al conjunto de la sociedad el tema del lavado y por qué no es tema de campaña electoral?

Nos afecta a todos. Somos todos víctimas, aunque no lo sentimos, pero somos víctimas, porque esto afecta la seguridad, afecta las inversiones, afecta la competencia empresarial, todo eso se ve afectado. Y cada uno de nosotros, cuando hablamos de inseguridad, tenemos que saber que detrás de la inseguridad hay delincuencia, delitos por plata, y que detrás de los delitos por plata siempre hay lavado. Eso es lo primero, mostrar eso para que la gente tenga claro qué es lo que está pasando y apoye, critique, cuestione y exija, porque justamente “como yo no soy víctima”, en campaña electoral no le exijo nada a nadie; le pido que me arregle esto, que me solucione esto otro, que baje la inseguridad, pero no le hablo mucho de lavado.

En los programas ponen “hay que fortalecer la Justicia”, sí, maravilloso, pero ¿qué hiciste y qué vas a hacer en serio?, ¿cuáles son los planes que tenés?, ¿cómo combatís el lavado?

El lavado es un delito especial. ¿Por qué? Porque al rapiñero vos lo ves robar y decís “está afanando”; hay una cámara que ha grabado que el tipo sacó un revólver y asaltó. ¿El lavador que hace? Compra una casa, compra un auto, hace una transferencia, hace una inversión. Eso no es ilegal de por sí. Lo ilegal es hacerlo con plata que viene de cierto delito. Eso no se ve. Entonces por eso en este delito, por ser especial, hay algunas cosas especiales, no en Uruguay, sino en todo el mundo, que es que algunos actores tengan que cooperar.

¿Por qué? Porque si yo soy un banco, puedo ver en el operatorio de mi cliente alguna cosa irregular; si soy un escribano, una inmobiliaria, un casino, puedo ver en mis clientes algo irregular. Y la ley le dice a esos señores: “Preocúpese y si ve algo irregular, si ve algo raro, avise, no se complique más, pero avise qué pasa”. Bueno, a nadie le gusta eso. Entonces hay resistencias, hay ineficiencias. En esta administración se ha dado un mensaje: “en realidad no te preocupes mucho, que se preocupen los bancos”, lo cual está bien, que se preocupen los bancos, pero se tenían que preocupar todos los actores implicados, no por ser sospechosos, sino porque su actividad fue usada, es una actividad de riesgo que ha sido usada por los lavadores.

Por eso es importante que la población asuma el tema, porque si a mí me dicen de hacer tal cosa y veo que a la población le importa poco, seguramente yo voy a hacer poco. Y si además el Gobierno me dice que no me preocupe mucho, voy a hacer menos. La cooperación de esos actores cada vez se ha debilitado más.

Si queremos tener un país sano, con menos violencia, con menos corrupción, tenemos que combatir el lavado, porque tenemos que combatir el crimen organizado que está más presente que antes. No nos hagamos distraídos ni nos compremos el verso de que los uruguayos somos, por alguna extraña razón, tan maravillosos que estas cosas no nos pasan. Nos pasan y también el libro lo muestra, nos ha pasado desde hace 40 años que se usa al Uruguay para este tipo de cosas.

Una de las herramientas que es fundamental para el combate del lavado de activos sería poder ir dibujando la trazabilidad, la ruta del dinero. Sin embargo, Uruguay tiene algo que a esta altura parece una cuestión casi cultural, que es la cuestión del secreto bancario y tributario.

Desde hace muchos años el secreto bancario fue parte de una estrategia nacional, de un proyecto de país que facilitó el proyecto de la plaza financiera que nació con la dictadura; ahí fue que se incorporó el secreto bancario, el secreto tributario, “eso forma parte de la mejor tradición histórica de los uruguayos”. ¡Mentira!, eso nació con la dictadura, antes no había. Y eso generó una opacidad que favoreció el lavado. O sea, Uruguay se transformó en una plaza regional de lavado.

Eso de a poco se empezó a desmantelar. Ya desde el último tramo del gobierno de Jorge Batlle, la ley del 2004 sobre lavado, de alguna manera, para los que investigan lavado, el secreto bancario no molesta. Puede molestar para otras cosas, pero para investigar lavado no molesta, de alguna forma la legislación permite superar eso en los términos razonables. Yo diría que no es un componente absolutamente negativo.

Incluso el país ha dado algunos pasos posteriores, cuando yo ya no estaba, que son muy importantes, como habilitar un registro de tenedores de acciones al portador de las sociedades anónimas o habilitar un registro de los que se llaman beneficiarios finales de las sociedades anónimas y quién está atrás, que a veces ni el accionista ni el director ni el presidente del directorio son los verdaderos dueños. Atrás hay otro que está tapadito.

Bueno, ahora el país tiene un registro para esas cosas, hay que mejorarlo. Pero Uruguay fue avanzando en ese sentido, desmantelando algunas de las cosas que venían de la dictadura como unas trabas importantes.

El asunto es que yo creo que en esa mezcla de baja percepción, intereses y a veces complicidad, a lo que se ha llegado es a que lo que se puede hacer no se esté haciendo. Acá no nos está faltando una ley nueva ni un organismo nuevo, lo que nos está faltando es hacer lo que hay que hacer, que es investigar, perseguir, hacer inteligencia. El lavado es un delito que requiere mucha inteligencia, mucha capacitación, mucha coordinación entre distintas instituciones.

Hemos seguido durante 16, 17 años una curva ascendente tranquila pero mejorando la imagen internacional, y en este último tramo se ha caído. Lo que hay que hacer es volver a hacer mejor lo que empezamos a hacer y después sí, seguramente mejorar leyes. Que la LUC permita movimientos financieros de hasta 150 mil dólares en efectivo es un reto volverlo para atrás, capaz no a los 4 mil y pico que había antes, ponele dejarlo a 20 mil dólares. ¿Se soluciona el tema? No, es una herramienta más. No se soluciona nada, porque si no investigamos, si no tenemos conciencia, si no formamos gente para investigar lavado, que es un delito difícil, no vamos a agarrar a nadie. Hoy no estamos agarrando a nadie y hoy está claro que se sigue lavando mucha plata.

Hablando de la campaña electoral…

Si vos ves los programas, la mayoría son del tipo de solución fácil del problema, fortalecer a la SENACLAFT, darle más recursos, crear un grupo interdisciplinario… parecen recetas de manual, de papel. Yo a esta altura desconfío las recetas de manual y de papel, como desconfío de las leyes por el solo hecho de que existan. Si no las cumplís, si no las aplicás y tenés un montón de leyes que no se cumplen y no se aplican, no vas a avanzar.

Actores realmente comprometidos con el tema hay en todos los partidos. El asunto es que yo desconfío mucho de los momentos electorales para avances serios y de alguna manera creo que el gran tema va a ser el 2 de marzo, el año que viene, el que asuma, qué está dispuesto a hacer, con quién está dispuesto a hacerlo. Todo el mundo dice “esto requiere políticas de Estado”, pero todo el mundo termina diciendo “la política de Estado es la mía, vení y adherite a la mía”. No, no es así. Que se construya política de Estado es efectivamente un tema del país que requiere acuerdos posibles y que tengamos claro que es un tema grave.

Hay que cambiar las cabezas y cambiar la voluntad política de que este tema se tome en serio, se combata en serio. Se les dan recursos a los organismos, pero de vuelta, los recursos son necesarios, pero el primer paso es la voluntad política.

Nosotros tenemos varios organismos de máximo nivel de coordinación interinstitucional que no funcionan. La Junta Nacional de Droga no ha funcionado en este periodo.

La Comisión Coordinadora contra el Lavado de Activos específica sobre ese tema, con los subsecretarios de los principales ministerios, en cuatro años se reunió creo que cuatro o cinco veces nada más. Todavía no se pudo reunir para discutir, para aprobar una estrategia nacional que el consultor que contrataron y le pagaron para que lo hiciera, la hizo. Creo que es un insumo importante. No se ha probado, no se sabe por qué, porque los organismos que están para eso no se reúnen. Entonces yo creo que acá las cosas se miden con hechos, con resultados, y los resultados hoy no se ven, ojalá el año que viene se vean.

¿Habría que regular la actividad de los lobbies?

Yo creo que sí. Es un tema discutible. El mejor documento que conozco sobre eso lo hizo Transparencia Internacional.

Es una realidad que el lobby existe. No es malo si se cumplen ciertas reglas. O sea, el hecho de que alguien se presente ante una autoridad y le proponga algo, sea un negocio, una obra, una inversión, de por sí no es malo, es bueno, dice Transparencia. El tema es cómo y de qué manera se hace. Si se va a reunir con el ministro Fulano, tiene que ser público. ¿Por qué se reunió, de qué hablaron, qué resolvieron?, ese señor, ¿a qué interés se responde?, ¿quién lo financia? Tiene que ser público.

Yo creo que está bien. El planteo de que el lobby es “negativo, hay que prohibirlo”, desconoce, primero, que no todo es negativo, que tiene un lado sano, importante para el país. Y lo otro, que la prohibición es lo peor que podés hacer. Está demostrado en el Uruguay que los lobbistas existen, los grandes, los chicos y los medianos. Ahora, muchos hablamos de Astesiano, el rol que cumplía, es un lobbista de un nivel bajísimo. El problema son los grandes lobbistas que se reúnen con los ministros, que se reúnen con los parlamentarios, con los presidentes, y que de alguna manera nadie sabe lo que lo que se arregla ahí.

Entonces, la única forma es transparentar y fijar condiciones que todos los ciudadanos podamos controlar.

¿Qué pasa con el capital que se logra blanquear?

Lo que está claro es que el producto del delito es y debe ser recuperado para la sociedad. Uruguay tiene buenas leyes en ese sentido, muy buenas leyes que construyó en el 2009, incorporó y después sigue avanzando. No hay duda de que eso hay que sacárselo a los delincuentes, pero, ¿después qué hacés con eso?

Si es una cuenta bancaria, es fácil, es plata. Hoy tenés un fondo de bienes decomisados que en su momento funcionó con mucha transparencia, hoy creo que no tanto en cuanto a que sepamos dónde, qué se decomisó y a dónde fue a parar. Pero está bien que exista y está bien que esté controlado. Yo estuve en la época en que eso se fundó, digamos, se creó, y siempre decimos “mira, hoy arrancamos cero, pero acá si trabajamos bien va a haber mucha plata”.

Y si hay mucha plata hay riesgo de corrupción. Y si hay riesgo de corrupción hay que poner controles, porque el ciudadano tiene que estar tranquilo, que no nos pase como en otros países que se decomisó una lancha a los narcos y a los tres meses la misma lancha que se supone estaba en propiedad del Estado, aparece con droga en el medio del mar.

Entonces, esa es una parte, la recuperación lo más rápida posible. Y la experiencia internacional es pasar a plata lo más rápido posible y colocarla donde la sociedad la necesite, con órganos, digamos, colectivos; no que una persona resuelva, donde se tengan en cuenta un montón de intereses.

Ahora, hay casos complejos. Entonces vos me decís “se agarró plata”; bárbaro, se agarró un auto, vendelo, rematalo, está todo bien. No nos ha pasado acá, pero pasa en el mundo y te va a pasar si trabajás bien. Agarrás una empresa que está funcionando, que tiene 500 empleados. El tema ahí es cómo podés plantearte la continuidad de la empresa, la posibilidad de reconvertirla, la posibilidad de transformarla en cooperativa. No hay solución mágica, pero bueno, no podés comerte la otra pata, que esa inversión generó beneficios para cierta gente a la cual hay que respetarla.

En realidad en ese tema en la región hay muy buena experiencia. La OEA ha trabajado mucho ese tema. Tiene zonas a veces riesgosas, incluso algunas éticamente complicadas. No nos pasó acá, pero en Brasil, Odebrecht, una empresa de las más grandes del país, que garganteaba sobre el rol de la democracia y todas esas cosas, que coimeó en tres continentes, compró un banco para coimear decenas, centenas de millones de dólares,

pero la empresa estaba ahí, tenía miles de empleados, entonces siguió trabajando. Está bien que la empresa de esos delincuentes siga trabajando al efecto social, el efecto en los trabajadores, el efecto ético; hay un montón de cosas que cuando llega el momento son complicadas. Como no hacemos mucho, nos evitamos esos problemas. Pero son problemas de crecimiento, son problemas que te surgen cuando hacés las cosas bien.

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