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Mundo

Reflexiones

"El cuento de la criada" y el espejo distorsionado de la política trumpista

Las políticas conservadoras de Trump me recuerdan a "El cuento de la criada", donde el control sobre los cuerpos y la religión moldean un futuro distópico que me parece cada vez más cercano.

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Tengo la impresión desde hace un tiempo, que el universo distópico de "El cuento de la criada" —la novela de Margaret Atwood llevada a la televisión con enorme impacto— dejó de ser solo una ficción para convertirse en un referente de la realidad política contemporánea. Particularmente en Estados Unidos, donde el legado y la retórica de Donald Trump parecen acercarse, en ciertas líneas, a los fundamentos de la teocracia totalitaria de Gilead.

Publicada en 1985, The Handmaid’s Tale se anticipó a muchas de las preocupaciones que hoy movilizan a movimientos feministas, activistas por los derechos reproductivos y defensores de la democracia secular. La historia plantea un mundo en el que las mujeres fértiles son obligadas a procrear para la élite gobernante en un régimen fundamentalista que se justifica con una interpretación extrema de la Biblia.

Más allá de la alegoría literaria, los ecos de Gilead parecen manifestarse en el resurgimiento de ciertas políticas conservadoras en EEUU con la llegada de Trump a la presidencia. Desde los intentos de criminalizar el aborto hasta la creciente influencia de grupos religiosos en la política, muchas medidas me despiertan la sensación de que la distopía de Atwood ya no parece tan lejana.

Control de los cuerpos y retrocesos en derechos

Uno de los paralelismos más fuertes entre la ficción y la realidad se encuentra en las restricciones al derecho al aborto. En junio de 2022, la Corte Suprema de EEUU anuló la sentencia Roe v. Wade, que garantizaba el derecho al aborto a nivel federal. A partir de ahí, la facción abolicionista comenzó a ganar terreno y se aceleró desde que los republicanos obtuvieron el control político total en Washington en las elecciones del año pasado. Algunos estados liderados por legisladores republicanos han aprobado leyes que además de prohibir el aborto, criminalizan a quienes lo practican o ayudan a acceder a él.

Como en Gilead, el cuerpo de las mujeres se convierte en territorio de disputa ideológica, legal y religiosa. La maternidad, más que una elección, empieza a tomar el tinte de obligación impuesta por el Estado. Y si bien no se fuerza literalmente a las mujeres a parir para una clase dominante, el principio que sustenta esa idea —la negación de la autonomía corporal— encuentra paralelos inquietantes en el discurso trumpista y sus herederos políticos.

La nostalgia por un orden patriarcal

El lema "Make America Great Again" (Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande) no es para nada una consigna económica. En su trasfondo, implica una vuelta a un orden social donde los roles de género eran rígidos, el poder masculino indiscutido y la supremacía blanca incuestionable. Esa visión retrógrada se entrelaza con el imaginario de Gilead, donde las mujeres son clasificadas, sometidas y reducidas a funciones predeterminadas.

No es casual que "El cuento de la criada" se haya convertido desde hace unos años en un símbolo de protesta. Las manifestantes vestidas con túnicas rojas y cofias blancas aparecieron en cortes, congresos y calles, como una forma de decir: “La ficción nos está advirtiendo, escuchen antes de que sea tarde”.

Comparar directamente a Donald Trump con los comandantes de Gilead puede parecer exagerado pero lo cierto es que la ficción sirve, precisamente, para exagerar lo posible y advertir lo que aún puede evitarse. La novela de Atwood no nació como profecía, sino como un ejercicio de “ciencia ficción de lo posible”, como la definió su autora. Cada práctica de Gilead tenía precedentes históricos.

La pregunta, entonces, no es si Trump quiere crear un régimen como Gilead, sino si las políticas que promueve —y que siguen ganando terreno— allanan el camino para una sociedad donde el control de los cuerpos, la religión como ley y la jerarquía patriarcal dejen de ser parte del pasado para convertirse en un futuro distorsionado.

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