El informe elaborado por el equipo económico sobre la situación fiscal del Uruguay exhibe un panorama mucho peor del relatado por el Gobierno saliente, e incluso peor de lo anticipado por los expertos del entrante.
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Los datos de Oddone
De acuerdo a los cálculos del ministro Oddone, el déficit es medio punto del PBI superior al calculado por la troupe de Arbeleche, y esos 400 millones de dólares se explican por egresos no correctamente consignados e ingresos imputados antes de tiempo, puesto que hubo adelanto de impuestos del 2025 remitidos en 2024 por las empresas públicas al Gobierno central.
Además, en otra tabla, el equipo económico de Oddone da cuenta de otros gastos comprometidos, sobre todo de Ministerio de Defensa, Transporte y Obras Públicas y ASSE, por otros cientos de millones de dólares, hasta completar la cifra de 972 millones de dólares de diferencia entre las expectativas y la realidad. Es decir, más de un punto del producto bruto abajo, ya gastado o ya comprometido.
Estas tablas se acompañaron con otros datos sobre la evolución de la deuda pública, que está 10 puntos arriba que en 2019, y un comparativo sobre la evolución de los ingresos en los últimos dos gobiernos que muestran cómo entre 2015 y 2019 el crecimiento salarial se concentró en los deciles más vulnerables, y en este quinquenio que pasó, además de que hubo varios años de caídas reales de los ingresos, el crecimiento final se concentró en los deciles más poderosos y las pérdidas en el decil más de débil de nuestra población.
¿Bomba, bombitas o cráteres?
El conjunto de datos sobre situación fiscal, endeudamiento e ingresos de las familias es muy importante para que el sistema político, pero sobre todo la sociedad, sepa el punto de partida y, además, al comparar, entienda cómo funciona la derecha y cómo ha funcionado en nuestro país el progresismo. La discusión sobre si el Gobierno anterior dejó bombas o una realidad maquillada, o si estamos en un panorama de luces de cromática discrecional, es más un problema narrativo que una discusión de fondo sobre la realidad. Los hechos son sagrados, el relato puede ser de muy diverso tipo y color.
Ahora bien, es importante en la gradación del discurso determinar qué propósito sigue. Y en eso les cabe mucha razón a los que hablan de bombas y también les cabe su razón a los que quitan dramatismo. El problema es que los dirigentes políticos que caminan la calle, que hacen campaña, porque estamos al borde de las elecciones municipales, reciben demandas. La gente les manifiesta sus problemas y reclama soluciones. Y por ahora, más allá de definir elencos, establecer compromisos y distribuir el comando de las prioridades, las medidas no se ven. Son pocas, si es que son. Por otro lado, el equipo económico y, en general, el Ejecutivo pueden considerar clave en su estrategia de desarrollo económico convencer al mundo de que el Uruguay es confiable, tiene un sistema de partidos perfectos con una historia de acumulación positiva donde el rumbo del país es básicamente el mismo si gobierna la Coalición que si gobierna el Frente Amplio.
Esa es la tesis de Oddone: que Uruguay, gobierne quien gobierne, sigue un recorrido asintótico a menos de una varianza para un lado más distributivo o hacia el otro lado más conservador, más malla oro, pero siempre oscilando en torno a una órbita invariable.
En la hipótesis de Oddone, que les gusta acompañar a una parte significativa de los economistas y políticos, no solo no hay que ser dramático, sino que tampoco son tantos los cambios que hay que hacer. Digamos que Oddone está en la parte de “las cosas simples” de esa consigna de la “revolución de las cosas simples”. Pero es evidente que hay dirigentes políticos del oficialismo que se sienten más cómodos en el otro polo de ese eslógan romántico. Porque no todo el mundo se halla en la consigna de que la revolución es querernos más. Veremos hacia dónde se escora la realidad.