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Política Militares | torturas |

La vida después del horror

Exmandos del FUSNA: entre la causa judicial y las vidas signadas

La fiscal Sabrina Flores pidió el procesamiento y prisión para nueve militares uruguayos acusados de torturas en dependencias del FUSNA y de la Prefectura Nacional Naval.

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El pedido de procesamiento de las exautoridades del cuerpo de Fusileros Navales (FUSNA) de la Armada por violaciones a los derechos humanos, implicó una buena noticia para sus víctimas y familiares y para avanzar en hallar los elementos que permitan saber el destino claro de los detenidos desaparecidos que por allí pasaron, primero como secuestrados y luego como improvisada cárcel para los procesados por la Justicia Militar.

El dictamen fiscal, que consta de 53 páginas, acusa por delitos de abuso de autoridad, privación de libertad y lesiones personales a los militares Alex Lebel, Federico Lebel, Víctor da Silva, Felipe Viacaba, Fernando Lecumberry, Héctor Corbo, Obdulio Custodio, Arturo Dini y Tabaré Daners. Daners fue comandante en jefe de la Armada Nacional entre los años 2004 y 2006. El pedido de procesamiento fue realizado por Flores en mayo de este año, tras una denuncia presentada en 2012 por cerca de 40 personas que militaban en distintas organizaciones sociales durante los años de la dictadura militar.

Tras el primer dictamen de la fiscal Flores, la defensa de los acusados presentó recursos ante la Suprema Corte de Justicia, pero fueron rechazados. Por lo tanto, ahora la decisión deberá ser tomada por la jueza Isaura Tórtora. A su vez, la fiscal pidió la extradición del capitán de navío Jorge Tróccoli, quien está cumpliendo cadena perpetua en Italia.

Tatuajes del horror

Mariana Risso estaba cerca de cumplir cinco años cuando un comando del FUSNA secuestró a su madre, Lidia Fernández, y a su padre, Pedro Luis “el Negro” Risso. Mariana recuerda hoy: “Mi padre era militante del 26 de Marzo y de la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida. Él trabajaba en la Pilsen, entró por concurso como es el cuento familiar. Cuando tenía 18 años, él siguió estudiando un tiempo y entró a trabajar muy joven; allí se casó con mi madre, nacimos en principio los dos primeros hijos, yo y mi hermano”.

Con una mirada a la nada, porque está en un viaje a la niña de cuatro años, Mariana cuenta la madrugada que signó su vida: “En junio de 1975 mi padre, que era militante sindical y que había estado vinculado al movimiento 26 de Marzo, fue secuestrado por un grupo de tareas de las fuerzas conjuntas, en realidad del FUSNA, Fusileros Navales de la Armada. Ingresaron en la madrugada en el apartamento donde vivíamos, mi padre tenía 31 años, mi madre 29, mi hermano y yo. Yo en ese momento, que soy la hermana mayor, tenía 4 años, a los pocos días cumplía 5, y casi no tengo recuerdos de esa noche, salvo algún recuerdo muy fugaz, casi físico, de miedo, de golpe, de confusión. Esa noche nos dejan con unas vecinas y se llevan a mis padres, a la mañana siguiente estas vecinas nos llevan a la casa de mis abuelos paternos, que también vivían en la Ciudad Vieja, nosotros vivimos toda la vida en la Ciudad Vieja, y allí durante varias semanas no supe nada de ninguno de mis padres. A las semanas liberan a mi madre, a nosotros nos costó retomar contacto con mi madre, porque ella salió muy afectada de ese secuestro y de su detención en Fusileros Navales.

Mi padre estuvo, supe después, porque en esa época yo era muy chica para precisar tiempos, unos meses desaparecido y era la condición en la que estaban todos los presos políticos en esa primera etapa de su detención y tortura; después les terminan comunicando a mis abuelos paternos y a mi madre que estaba en el FUSNA, en la cárcel de presos políticos del FUSNA. Es una de las cárceles de presos políticos menos conocida y había pocos presos políticos que estaban en custodia de la Armada, que era un galpón en el puerto”.

Como a tantos otros hijos de presas y presos políticos, las visitas a su padre se daban en un clima donde la cabalidad del horror se pudo apreciar en toda su dimensión ya casi de adulta: “Tengo el recuerdo de mi madre sentándonos a mi hermano y a mí un tiempo después que ella fue liberada y que pudo volverse a hacerse cargo de nuestros cuidados para decirnos que nuestro padre estaba preso por motivos políticos. No entendía yo, obviamente, que era eso. Me costaba entender que una persona que no era un ladrón fuera a estar preso y ella nos explicaba que perseguían a personas que estaban en contra de los militares en ese momento y nos habrá explicado cosas que no pudimos entender. Al poco tiempo empezamos a visitar a nuestro padre con mi hermano, no éramos los únicos, había cantidad de niños, no éramos muchos tampoco, hacíamos una fila y caminábamos por un margen donde se veía el mar hasta llegar a la puerta del galpón; los padres que nos esperaban, si bien no podíamos compartir los juegos, estaban encapuchados, rodeados de militares, armados y luego que se daba una voz de permiso, se retiraban las capuchas y los podíamos saludar; mi hermano era un año menor que yo y cuando mi padre se saca la capucha estaba muy adelgazado, pelado, con un traje, era imposible para mí reconocerlo, me costó mucho, mi padre tuvo que venir a hablar con nosotros para que nosotros pudiéramos como reconocer que era nuestro padre. La visita, siempre interrumpida a la mitad por otra orden de ponerse la capucha, ir contra la pared acompañado de sus hijos, todo el entorno de violencia simbólica a la que se sometía en ese momento, las visitas de niños con contacto corporal solo se permitían hasta los ocho años, o sea que cuando yo tenía más de ocho años ya no podía visitarlo en esa condición, de tener contacto corporal en el FUSNA. Esa sensación, más allá de que después uno va elaborando otras ideas más complejas, me acompaña toda la vida”.

Si bien presentaron denuncia, los padres de Mariana fallecieron y la causa se archivó: “La causa la presentamos en 2011 con mi madre para denunciar el secuestro, las torturas y la detención de ella y de mi padre. Mi padre ya había fallecido en 2011, por eso yo presenté la denuncia por el secuestro de mi padre y mi mamá presentó por su propio secuestro. Esa causa hace pocos meses fue archivada después de 12 años de tratar de remarla, porque mi madre también falleció en el proceso, y al haber fallecido las víctimas y muchos testigos, era muy difícil dar con el estándar de prueba tan alto que se exige en Uruguay para procesar a los criminales de lesa humanidad. Me dio mucha alegría, sin embargo, saber que la Fiscalía especializada ha pedido el procesamiento de varias personas que revistieron en la Armada con cargos jerárquicos y en Fusileros Navales. Muchas de las mismas estaban imputadas en la causa de mis padres”.

Mariana posee el archivo del expediente y cita parte de su fallo: "De lo que viene de verse y conforme a lo que fue la regla en ese tiempo (ver Ley 18.596) podemos tener la presunción de que Risso fue sometido a apremios físicos como se denunciara. De igual forma, que quien participó de sus interrogatorios y eventuales tormentos fue el indagado Alex Lebel, que en ese entonces fungía como S2 de la Unidad. Pero una cosa es la presunción que uno pueda tener de lo ocurrido y otra muy distinta que de la presente actuación surja prueba que pueda corroborar ello".

Detrás de la venda

Con 18 años, militante estudiantil y de los Grupos de Acción Unificadora (GAU), el actual senador Eduardo Brenta fue detenido y llevado al FUSNA: “En el año 1977 hay una operación llevada adelante por el cuerpo de Fusilero Navales, que en ese momento el jefe del servicio de inteligencia era Jorge Tróccoli, que está procesado a cadena perpetua en Italia a partir de los juicios de Roma y participó de esa operación en el carácter de juez sumariante el que luego fuera comandante jefe de Armada, Tabaré Daners. En realidad, el procedimiento fue contra los GAU, un grupo del Frente Amplio que estaba en la clandestinidad naturalmente porque Uruguay vivía en ese momento el período de la dictadura cívico militar; fue una detención de más de 20 militantes en Uruguay”.

Brenta cuenta el circo montado en los procesos llevados adelante por la Justicia Militar, una impronta que se mantiene hasta nuestros días: “Los interrogatorios normalmente eran en el marco de la llamada Justicia Militar; la justicia obviamente no era tal y se pasaba a la firma formal de un acta donde participaba un juez sumariante. El juez sumariante era Daners, que en general ponía sobre la mesa un acta que ya estaba prehecha, que contenía elementos de los interrogatorios, pero elementos que no eran los interrogatorios también, y cuando alguien no firmaba el acta, inmediatamente volvía a la etapa anterior, o sea, la etapa de la tortura, donde se practicaba, según nosotros hemos investigado, a partir del servicio de inteligencia del FUSNA y también de la OCOA. Esta situación hacía obviamente que fuera partícipe del proceso de tortura quien definía si la firma del acta correspondía y, luego, si el prisionero se negaba a firmar, volvía hacia atrás a la etapa de la tortura, hasta tanto se lograra que firmara”.

Brenta enfatiza que parte de las operaciones del FUSNA emulaban y coordinaban acciones con sus pares argentinos de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) en el marco del Plan Cóndor: “La acción de nuestra detención fue coordinada con la ESMA, con la cual luego se comprobó que había tránsito de presos argentinos, inclusive que venían e iban desde la ESMA al FUSNA y del FUSNA a la ESMA; en esos operativos participó y estuvo al tanto Tabaré Daners”.

Aún para quienes estuvieron en el FUSNA es difícil determinar cuántas personas pasaron entre la etapa de secuestro y posterior cárcel: “Es difícil determinar la cantidad de presos políticos, porque hubo momentos en que el FUSNA tuvo una actuación preponderante y luego tuvo actuaciones secundarias. Si bien existió el organismo coordinador, evidentemente el peso del Ejército en la represión era muy grande; pasaron por el FUSNA centenares, por lo menos, de presos políticos, todos sometidos a este tipo de situaciones. Inclusive, como particularidad, el FUSNA al momento de detención llevaba presas a las personas que buscaban y también a su familia, por lo cual fueron torturados en dependencia del FUSNA no solo militantes de grupos políticos, opositores de la dictadura, sino también familiares, que en la mayoría de los casos no tenían ningún vínculo ni ninguna acción política de denunciar a la dictadura militar que había en Uruguay en esa época. Hubo situaciones absurdas, donde montaban lo que se denominaba ratonera, dejando un funcionario militar, en este caso del cuerpo de Fusileros Navales, en la casa de algún militante detenido, en una época en la cual había compras a crédito y hubo casos en los cuales los cobradores que tocaban timbre terminaban detenidos en el FUSNA”.

Brenta recuerda las condiciones de ese encarcelamiento, en su caso anterior a ser derivado al Penal de Libertad: “Una característica del FUSNA era que los presos políticos estaban permanentemente vendados, encapuchados, no había ninguna posibilidad de tener ningún cara a cara, salvo en la situación puntual de quien era en ese momento el juez sumariante, por lo cual es clara su participación e innegable en lo que tiene que ver con la detención, el procesamiento, la tortura de centenares de militantes, de los GAU, del MLN, del Partido Comunista de Uruguay. Eran condiciones realmente muy complejas, porque no solo era un área de celdas construidas con bloques, con un agujero en el techo que era la única ventilación, sino que además estaba pegada prácticamente al lugar de tortura, por lo cual era bastante habitual que incluso luego de unos días procesado, seguía escuchando las torturas que se hacían a otros compañeros que iban siendo detenidos en ese período, por lo cual, aunque parezca insólito, cuando íbamos siendo trasladados, ir al Penal de Libertad era un cambio positivo, porque uno por lo menos no usaba más la venda y tenía la posibilidad de realizar alguna de las actividades deportivas. El FUSNA fue un claro centro de tortura instalado en el puerto de Montevideo, en dos hangares que todavía están ahí, dentro de los cuales, en el área del garaje, estaba el lugar de tortura, que se escuchaba de afuera; era bastante frecuente salir a una especie de recreo, a veces caminar por el lado exterior del edificio y escuchar en ese momento los interrogatorios y las sesiones de tortura, que se realizaban en el piso superior”.

El rol de los FUSNA

El Dr. Pablo Chargoñia, que presentó más de 40 testimonios de presas y presos políticos, define el rol que los Fusileros Navales e integrantes de la Prefectura Naval cumplieron en la represión, vale puntualizar, como si aquel grupo de integrantes de la Armada que en febrero del 73 resistieron el primer intento de golpe de Estado, se hubieran olvidado de su fe democrática: “Ejercían la privación, una de las más horrendas y que constituía dentro de la metodología de la tortura estatal la primera etapa: privación de sueño, privación de la alimentación, del agua, de la higiene, seguida del encapuchamiento, meses y en algunos casos años de vivir en lugares sin luz natural. Muchas de las víctimas no pueden distinguir el día de la noche precisamente por esta circunstancia, estaban durante mucho tiempo con luz artificial. Ese es el origen, la tragedia vivida por la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional a través del método de la tortura por un plan político, económico, nacional y geopolítico. Porque esas dictaduras del Cono Sur tenían un designio político y económico. Sobre todo el aplastamiento de las disidencias políticas, de los movimientos políticos de la izquierda, de los movimientos estudiantiles, de los movimientos sindicales. Y esta es una de esas causas iniciadas, como digo, en el año 2012”.

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