Gonzalo Campomar (38 años), importante jugador de rugby en Carrasco Polo Club, con algún pasaje por la Selección, es el protagonista de una estafa piramidal cuyo monto total se ha estimado en unos 65 millones de dólares, aunque hasta que no se investigue seriamente no se sabe si ese es el monto total.
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Tampoco se sabe qué pasó con el dinero. En realidad, son muchos los detalles de la maniobra que aún son desconocidos.
Todo empezó entre fines del 2020 y principios del 2021 cuando Campomar (a), “El Lechuga”, comentó entre sus conocidos que estaba iniciando un negocio de muy alta rentabilidad. Se trataba de colocar dinero por el que se pagaría un 2 % mensual. Una cifra que tentó a muchos que sin pensarlo y, al tratarse de un conocido, se involucraron.
Así empezó a recibir dinero que él decía que invertía en criptomonedas y de ahí la rentabilidad. Al principio todo iba bien, los inversores empezaron a llegar y a cobrar las cifras pactadas. Pero en un momento la cadena comenzó a enlentecer y si no conseguía que ingresara más dinero, no podría cumplir con los intereses pactados previamente.
Para conseguir más inversores, recurrió a dos argumentos, según relató a Caras y Caretas una de los afectados. El primero fue empezar a decir que “contaba con el respaldo de Francisco de Posadas”, titular del Grupo Magnolio, algo de lo que nadie dudó, porque sabían que ambos jugaban rugby y además las familias eran amigas y tenían vínculos políticos. Pero, según informó el periodista Eduardo Preve, De Posadas no estaba en conocimiento de que era mencionado; señaló que nada tenía que ver con la maniobra, aunque sí reconoció haberlo ayudado presentándole a algunos empresarios.
El otro argumento fue incrementar los porcentajes de los intereses que pagaba, llegando en algún caso a ofrecer hasta un 6 % mensual. Y también empezó a pagar un porcentaje a quienes le arrimaban clientes. Así llegó el empresario puntaesteño Elbio Rodríguez, el amigo del exministro de Turismo Germán Cardoso, e investigado por el asunto Kirma. Rodriguez es un conocido prestamista en Maldonado y jugador profesional de póker. Éste le consiguió inversores argentinos que entregaron unos siete millones de dólares.También llegó algún “inversor” brasileño.
El mayor problema fue el arribo de un inversor “peligroso” quien, finalmente, sería el responsable de la huída de Campomar.
La torta crecía y crecía, pero a más dinero, más intereses, y cada vez más desproporcionados. En un momento comenzó a atrasarse en los pagos y empezó a recibir fuertes presiones. Algunos le reclamaban no solo los intereses sino el reintegro del capital inicial. Pero Campomar no lo tenía. En las últimas semanas empezó a emitir cheques sobre una cuenta suya en el Scotiabank. Así aparecieron varios cheques por un millón de dólares.
Inevitablemente todos rebotaron. Hace unos 10 días ocurrió un episodio que lo decidió a huir del país, llevando a su familia.
El “inversor peligroso” sería un pesado del narcotráfico con vínculos en Paraguay. Este hombre le reclamó todo el dinero que había entregado en un plazo no mayor a 48 horas, “si no, habría represalias contra la familia”. Inmediatamente, Campomar envió a su esposa e hijos a Italia, donde tienen familia, y él viajó a EEUU vía Panamá.
Desde entonces no hay señales suyas.
¿Por qué no denunciar?
Si bien al principio de semana se nos informó que se habían presentado denuncias tanto en Fiscalía como en la Dirección de Crimen Organizado del Ministerio del Interior, al cierre de esta nota aún no se había presentado ninguna denuncia.
En Carrasco y en la Ciudad Vieja no se habla de otra cosa. Curiosamente, la información ha sido ignorada por los grandes medios. Más curioso es cuando esos mismos medios difunden una y otra vez una estafa por 30.000 pesos que se le hizo a una anciana. 65 millones de dólares no generan el mismo interés.
Recién el miércoles Telemundo informó que “se había presentado una denuncia en una seccional policial por parte de un empresario que recibió cheques sin fondo de un exrugbista por 400.000 dólares”. Pero informantes de Caras y Caretas mostraron copias de varios cheques, casi todos por un millón de dólares, firmados por Campomar. Uno de esos cheques también fue difundido por Preve.
Las mismas fuentes reconocieron que los afectados serían unos 200 “inversores”, pero “la mayoría no quiere denunciar nada”.
Gigantesca maniobra de lavado
Todo lo que hay alrededor de este caso es muy raro. La primera pregunta surge sola: ¿Cómo alguien puede entregar una considerable cantidad de dólares a otra persona sin ninguna garantía? Sin embargo, esta práctica es mucho más común de lo que el ciudadano común cree. Lo lograron los Peirano para engordar sus cuentas en el TCB de las Islas Caimán. Lo logró el fallecido senador colorado Wilson Sanabria con el Cambio Nelson. Lo logró la corredora de Bolsa, Sara Goldring. Lo logró el grupo Larrarte con sus “inversiones” ganaderas. Lo hizo durante años el Banco Heritage que recibió millones de dólares en Buenos Aires para depositar en Montevideo, sin entregar jamás un papel o un comprobante. Hace años, un pastor religioso de Colonia acumuló millones de dólares vendiendo títulos universitarios en todo el mundo, que los clientes sabían eran falsos.
Casi todos terminaron mal. La ambición mata al hombre, expresa un dicho popular.
Ese es un aspecto de este asunto, pero hay algo más raro aún. ¿Por qué razón alguien que pierde un millón de dólares o más no presentaría una denuncia? Puede haber varias razones, pero la más clara es que, como no podrían justificar el origen del dinero, tampoco pueden denunciar.
Finalmente, la maniobra de Campomar se habría convertido en una gigantesca “lavadora”. Y la más sólida evidencia es que un poderoso narcotraficante le haya entregado dinero. ¿Cómo llega a él? Convengamos que cualquiera puede entregar su dinero en una institución financiera, el lugar más adecuado por las garantías que otorga, pero donde también hacen muchas preguntas para cumplir con las normas. No es ilegal entregarlo en la ferretería del barrio o dárselo a Campomar, pero los riesgos son enteramente propios. Claro que nadie le preguntará de dónde obtuvo el dinero, y esto es lo que buscan los que tienen dinero injustificable.
No hay, entre los afectados por esta estafa piramidal, ninguno que no supiera que no hay inversión legal que pueda devengar tales intereses. Por lo tanto, el riesgo era mucho. Pero tal vez fuera más peligroso tener el “dinero vivo” escondido en casa, en un cofre fort o lejos, en un paraíso fiscal. Valía la pena el riesgo.
Probablemente Elbio Rodríguez, a quien este cronista conoce, pueda probar de dónde salieron los 7 millones de dólares que aportó a la maniobra. Pero como “partícipe necesario” debe ser investigado.
Probablemente Francisco de Posadas, a quien el cronista no conoce, sea una bellísima persona y pueda demostrar, a satisfacción de las autoridades, cómo fue su relación con Campomar. Y, de paso, de dónde salió el dinero para armar en cinco años uno de los grupos mediáticos más grandes del país, que solo con la publicidad de Conejo –también de su propiedad– no se sostiene, y para además adquirir casi una manzana con importantes y nuevas construcciones en pleno Parque Rodó. Si también fue una víctima de su amigo “El Lechuga”, seguro lo podrá probar en Fiscalía.
Una familia con sólidos lazos en el mundo empresarial, la política y el fútbol
Si bien Gonzalo Campomar no tiene ningún contrato con el Gobierno, como se ha difundido en las redes, su padre es un veterano integrante del herrerismo y ocupó cargos de importancia en el Ministerio de Economía, encabezado por Ignacio de Posadas a principios de los 90. Primero fue director general de Secretaría –tercer cargo de importancia– y luego pasó a ser subsecretario. Al finalizar el gobierno de Luis Alberto Lacalle Herrera, pasó a ocupar un cargo en el directorio de Ancap y luego en el directorio de la ANP hasta el 2005.
Durante años, fue presidente de la Comisión de Hacienda del Partido Nacional. También es un prestigioso abogado y actualmente es propietario, junto a su esposa, de un cambio ubicado en Pocitos. Además, ha sido un destacado dirigente del Club Atlético Peñarol, al que representó en el Ejecutivo de la AUF y en donde llegó a ejercer la vicepresidencia en los años 90.
El otro hermano varón de Gonzalo es abogado, miembro de la Comisión Fiscal de una muy importante institución financiera uruguaya, vocal en la directiva de la Cámara de Comercio Uruguayo Británica y también uno de los principales representantes de una empresa líder en el comercio de bebidas alcohólicas. En las últimas elecciones internas figuró en la lista 404 del Partido Nacional.