Vivió 90 años, pero si el tiempo se mide por trayecto recorrido o por historias acumuladas, harían falta varias vidas para abarcar su interminable camino de florista, agricultor, feriante, ciclista, tupamaro, preso político, diputado, ministro, senador, presidente de la República, líder de la izquierda latinoamericana, vecino de Rincón del Cerro y profeta de la vida.
José Alberto Mujica Cordano fue todo lo que quiso ser, y más. No le quedó sueño por cumplir, ni deuda por pagar. Ni los 13 años que pasó preso por pelear por sus ideas, ni el pozo miserable donde cumplió su última condena, se lo impidieron.
Salió de la cárcel escapando de la locura y, al poco tiempo, su enorme lucidez cautivó a los máximos referentes del mundo moderno. En Europa lo llamaron el presidente más pobre del mundo y una de las revistas más influyentes de la política internacional lo consideró una de las 100 personalidades más influyentes del planeta. Fue candidato al Premio Nobel de la Paz y varias universidades le otorgaron un doctorado honoris causa por su aporte a la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Ya veterano, el guerrero de mil batallas, se plantó ante los poderosos líderes del mundo capitalista y les gritó en la cara que con su soberbia y egoísmo estaban matando al planeta y arrastrando sin escrúpulos a millones de personas a la pobreza.
Amante de las metáforas, les contó la historia de una bombita eléctrica que lleva 100 años prendida en un cuerpo de bomberos de California, mientras toda una vida el mercado nos vende porquerías con obsolescencia programada “para que la gente compre, compre y compre”.
Aunque no profesó religión alguna, fue un hombre de fe y el dios mercado fue su mayor enemigo. A él dedicó las mayores batallas de sus últimos años de vida.
“Vivan al mango. No se dejen afanar la vida, porque es la única fortuna que no se compra con guita”, reiteraba en cada una de sus disertaciones ante multitudes de jóvenes estudiantes que lo escuchaban con atención y admiración.
Hoy el mundo hablará de él y los noticieros dirán que el martes 13 de mayo de 2025 la voz del Pepe Mujica se apagó para siempre, que su cuerpo ya descansa en el patio de su humilde casa en un barrio pobre de Montevideo, y que su lucha, como aquella bombita de energía eterna de la que tantos nos hablaba, seguirá viva por siempre en el legado que dejó su historia.