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Política pueblo | Frente Amplio | gobierno

Legado artiguista

La causa del pueblo no admite demoras

El pueblo uruguayo eligió al Frente Amplio para transformar la realidad, no como una continuidad del anterior gobierno.

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“La causa de los pueblos no admite la menor demora”, afirmó enfáticamente el flamante presidente de la República, Yamandú Orsi, parafraseando al caudillo oriental José Gervasio Artigas, durante su alocución de 25 minutos ante la Asamblea General. Esta frase sintetiza el espíritu de compromiso del gobernante con el pueblo que le confió la responsabilidad de conducir los destinos del país durante los próximos cinco años, al frente de un gobierno frenteamplista que fue elegido para cambiar la realidad y no como continuidad de la administración saliente, aunque carezca de mayoría parlamentaria y deba negociar varios temas sumamente trascendentes con el bloque opositor.

Negociar será uno de los grandes desafíos que deberá asumir el nuevo presidente, urgido por comenzar a solucionar algunos de los problemas más acuciantes de la agenda política, residuales de la herencia de un gobierno de derecha que no estuvo a la altura y que violó flagrantemente sus promesas de campaña y hasta el espíritu del denominado “Compromiso por el país” que fue rubricado en 2019, antes del balotaje, por los cinco partidos que integraron la Coalición Republicana.

Nuevo ciclo del Frente Amplio

Si bien, a diferencia de lo que sucedió con el expresidente Tabaré Vázquez en 2005, Orsi no deberá lidiar con una crisis económica y social realmente galopante como la que estalló en 2002 durante el gobierno blanqui-colorado encabezado por Jorge Batlle, este nuevo ciclo progresista deberá afrontar una serie de emergencias que requieren soluciones concretas, porque afectan, en algunos casos, a la sociedad uruguaya en su conjunto, y en otros a los sectores más desfavorecidos y rezagados.

Si bien en su discurso Orsi no aludió a todas las líneas de acción que están contenidas en el programa de gobierno del FA, sí especificó los ejes temáticos y las prioridades de su gestión que atañen a la necesidad de avanzar hacia nuevos estadios de bienestar colectivo, sin que ningún uruguayo quede atrás, como tantas veces lo reiteró durante sus mensajes de campaña.

En materia económica, que tiene su correlato naturalmente en lo social, el flamante gobernante puso como prioridad la atención de la pobreza infantil y adolescente, calificando como “una afrenta dolorosa” que uno de cada cinco niños nazca en nuestro país en hogares que están situados bajo la línea de pobreza, lo cual, a nuestro juicio, constituye una vergüenza en un país que tiene recursos suficientes para evitar esas flagrantes asimetrías. En total, los menores de edad que viven en esa situación de aguda precariedad suman más de 150.000, según los propios registros oficiales del Instituto Nacional de Estadística, que confirman que la miseria en ese vulnerable grupo etario creció casi cuatro puntos porcentuales durante el gobierno de Luis Lacalle Pou.

Si esta situación no se revierte mediante políticas que deberán mixturar el asistencialismo con la creación de condiciones tendientes a la superación de esos cuadros de postración, estos chicos, al igual que sus padres, estarán inexorablemente condenados a vegetar en la mendicidad o bien a delinquir para sobrevivir. De ahí la necesidad de atender, con la debida urgencia, esta tan aguda contingencia social. Es obvio que para modificar radicalmente este panorama se torna perentorio proteger y amparar a sus familias.

Aunque el punto de partido no es tan complejo como hace 20 años, cuando se inició el primer ciclo progresista, existe igualmente una pesada deuda social que se requiere saldar, acorde con la impronta ideológica de la izquierda.

Este eje del discurso del presidente incluyó naturalmente referencias a la imperiosa necesidad de asegurar a todos los trabajadores un piso de dignidad salarial mediante una mejor distribución del ingreso, con trabajo realmente de calidad y no con las retribuciones que, como sucedió en el pasado período, condenaron a más de medio millón de empleados a percibir sueldos de menos de 25.000 pesos líquidos.

En ese contexto, el orador no soslayó la necesidad de retomar la senda del crecimiento económico, destacando los pilares que sustentan al Uruguay productivo, así como la soberanía y la sustentabilidad energética, el impulso a la ciencia, a la investigación y la innovación como palancas de progreso. En este aspecto, en nuestra opinión la clave no es sólo crecer y que los números macroeconómicos luzcan auspiciosos, sino redistribuir con criterios de equidad.

El segundo gran eje del mensaje presidencial fue la imperiosa necesidad de reconstruir una matriz de protección social que históricamente ha distinguido a Uruguay. Al respecto, Orsi citó al eminente pensador Carlos Real de Azúa, quien describió a Uruguay como una “sociedad amortiguadora”, cuya cohesión se basaba en el acceso generalizado a la educación, la salud, la vivienda y el trabajo. Al respecto, el orador admitió que, aunque los tiempos actuales presentan tramas sociales más complejas, no se debe renunciar a ciertos paradigmas. En tal sentido, el presidente se comprometió a garantizar el sustento de las familias con menores a cargo, especialmente las mujeres jefas de hogar, que son, sin dudas, los eslabones más vulnerables de la sociedad.

En ese contexto y al aludir a la convivencia, Orsi resaltó la urgencia de atender los problemas de salud mental mediante una impronta transversal e integral que contemple los aspectos sanitario, social, cultural y comunitario. Este es el origen de muchos conflictos e incluso de algunos de los picos de violencia desmedida e irracional que azotan a la sociedad uruguaya y, por supuesto, de los escalofriantes récords de suicidios observados en los pasados cinco años.

En materia de seguridad, que sigue siendo la principal preocupación de los uruguayos expresada en todas las encuestas de opinión pública, el presidente manifestó su firme voluntad de su combatir sin contemplaciones al delito, al crimen organizado, al narcotráfico y al lavado de activos, mediante una óptica que deberá necesariamente contemplar las causas del delito que, aunque no lo explicitó, tiene, en muchos casos, un origen social, por más que la derecha se niegue a admitirlo y sólo contemple la herramienta represiva. La propia realidad se ha encargado de demoler esa estrategia, que no logró evitar el récord de homicidios registrados durante el quinquenio ni impactó en forma determinante en la tasa delictiva real, aunque la estadística, sólo basada en denuncias, pueda demostrar lo contrario. Como lo expresó Orsi, “la seguridad es un derecho humano”. Empero, consideramos que la forma de garantizar ese derecho humano es asegurando otros derechos humanos y abordando el problema mediante una mirada holística.

Naturalmente, ratificó su inclaudicable compromiso con la verdad y la justicia, a los efectos de seguir profundizando en la búsqueda de los cuerpos de los desaparecidos asesinados por la dictadura.

Uno de los pasajes más significativos del discurso de Orsi fue el referido al concepto de libertad.

Al respecto, el orador rechazó la libertad “ultraindividualista” que favorece al más fuerte y, en cambio, privilegió la igualdad de oportunidades. Al respecto, cuestionó cuánta libertad puede ejercer alguien con problemas de salud, vivienda o trabajo, o las mujeres que sufren violencia. Advirtió sobre el error de sacrificar la libertad en aras de una supuesta igualdad y anunció un gobierno con impronta humanitaria. Esta mirada contrasta radicalmente con la “libertad responsable” pregonada como un eslogan por la derecha, que es meramente libertad de mercado, pero no contempla, en modo alguno, los derechos de todos los ciudadanos.

Ya investido como presidente, Yamandú Orsi corroboró la intrínseca sensibilidad de la izquierda para el abordaje de los más graves problemas de los uruguayos, con mayor énfasis en la situación de las familias socialmente más vulnerables para que, como lo proclamó José Artigas, “los más infelices sean los más privilegiados”.

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