Mientras los políticos esgrimían razones apelando a modelos de vehículos, el ministro de Economía Gabriel Oddone, lejos de mostrarse como el “mecánico del Frente Amplio”, dijo que no iba a realizar comentarios sobre las palabras de Díaz y aseguró que la situación económica es la de un “país sólido”. Además, destacó el grado inversor que dejó el anterior Gobierno, pero reparó en que la economía “tiene enormes oportunidades de mejora”. Con ese concepto presentó en el parlamento el informe de coyuntura económica para empezar a delinear el próximo presupuesto nacional.
Chapa, pintura y mecánica
El economista Rodrigo Alonso, consultado por Caras y Caretas, expresó sobre el informe presentado a la bancada de legisladores del Frente Amplio que: “Hace una apreciación realista sobre la situación general de la economía uruguaya y el escenario que enfrenta a nivel internacional. A destacar: Uruguay ya arrastra 10 años de cuasiestancamiento, de hecho, en el período 2014-2024 crecimos a niveles similares o peores a los registrados en la llamada década perdida de América Latina, la década del 80. A eso hay que agregarle una región con alta incertidumbre que también arrastra 10 años de estancamiento, y un escenario internacional que no parece que nos va a traccionar ni por un repunte relevante de los precios de las materias primas ni por el flujo de capitales asociados a bajas tasas de interés internacional”.
Consultado sobre la perspectiva para las exportaciones uruguayas y la inserción internacional, el economista opina que “este gobierno inicia en un escenario bastante diferente a los dos primeros gobiernos del Frente Amplio. Ni estamos surfeando un ciclo de expansión ni nada indica que estemos a las puertas de un nuevo ciclo de crecimiento como el registrado entre 2004 y 2014. Diría que en términos generales continuamos en la meseta económica que se abrió en 2015 luego de la expansión sostenida entre 2004 y 2014.
El problema congénito de Uruguay es que el volumen en dólares de sus exportaciones depende menos del desarrollo de la productividad del trabajo uruguayo que de los precios de los bienes exportados por nosotros. Entonces lo que nos tracciona y nos hace crecer es la demanda internacional y no un sostenido aumento de nuestras capacidades productivas. Una vez que la demanda internacional se debilita, y con ello caen los precios de las materias primas o bienes agroindustriales que exportamos, nuestra economía o se estanca o se contrae. De ahí los ciclos económicos y las sucesivas crisis que ha vivido Uruguay a lo largo de su historia, que son también crisis políticas. Entonces, en lo estructural, tanto las exportaciones como la inserción internacional del país estarán pautadas por la demanda mundial de commodities y la deriva del proceso de crecimiento de China. Eso será así hasta que Uruguay pueda trazar una estrategia de ir sofisticando su matriz productiva y de inserción internacional. Algunos procesos son positivos en ese sentido, como el desarrollo de la industria de exportación de servicios informáticos, que hoy le vende trabajo calificado sobre todo a Estados Unidos e Inglaterra y que ocupa los primeros lugares en la producción de divisas para nuestro país”.
Oddone expresó algunos objetivos como ejes centrales y Alonso enfatiza: “Fortalecer la matriz de protección social y atender el problema de la seguridad me parecen dos horizontes necesarios e ineludibles. La estabilidad macroeconómica y el aumento de la competitividad son dos precondiciones para la marcha correcta de una economía. En cuanto a este punto agregaría que es importante pensar la cuestión de la macro considerando la estabilidad o la gestión macroprudencial pero agregando además una preocupación por el entorno para el desarrollo, es decir, una política macro que favorezca los procesos de desarrollo de capacidades productivas nacionales, cuidando por ejemplo la competitividad cambiaria. Es lo que en el programa del Frente Amplio y la CEPAL se denomina ‘macroeconomía para el desarrollo’.
La necesidad de acelerar el crecimiento, otro objetivo planteado por el ministro, se desprende del estado de situación y es una necesidad y demanda que se repite en diversos actores, también por el lado de la cuestión del empleo y el aumento de los ingresos. Siendo coherente con lo que decía anteriormente, me parece importante que podamos ampliar la discusión hacia una lógica de desarrollo más que de un crecimiento per se. Esto porque la experiencia histórica del Uruguay muestra que el solo crecimiento es un proceso de pies de barro si no está acompañado de una racionalización de ese crecimiento que, más que engordar aprovechando una bonanza exterior, permita un aumento sostenido de nuestra productividad media de la mano de una sofisticación de la matriz productiva que redunde a su vez en una mejora de la inserción internacional.
No es un proceso sencillo, digamos que el país ha estado lidiando con este problema desde sus orígenes, pasando por Artigas, Batlle y Ordóñez, la CIDE, etc. El problema de los proyectos inclusivos para Uruguay es este mismo de cómo superar la dependencia de las exportaciones de escaso valor agregado. La clave de la economía política del Uruguay es qué hace con los excedentes exportadores. En este punto me parece crucial atender a la propuesta programática del Frente Amplio para el período 2025-2030 relativa a la necesidad de diseñar una Estrategia Nacional de Desarrollo. Los planes nacionales de desarrollo están retornando en varios países, al igual que la política industrial, todo ello síntoma de un escenario internacional donde se ha agudizado la puja por el mercado mundial. En este contexto, tenemos que recuperar la perspectiva de la planificación estratégica para darle racionalidad al proceso económico, porque el piloto automático del mercado, por más que le pongamos algún que otro incentivo, no nos va a sacar de esta situación y lo que está en juego es mucho”.