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Sociedad Chile |

¿Contagio de efecto Bukele?

Ciudadanos de Uruguay se abren a la 'mano dura' contra la inseguridad

Los ciudadanos de Ecuador, Costa Rica, Chile y Uruguay apoyan la ‘mano dura’ según una investigación del Flacso y de la Universidad de Santiago de Chile.

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Hace unos 10 a 15 años se consideraba que cuatro países de América Latina eran excepcionales a las altas tasas de homicidios en la región: Ecuador, Costa Rica, Chile y Uruguay. Existía en ellos una narrativa de prevención, rehabilitación, un Estado que revolvía asuntos y le daban la espalda a las medidas de ‘ mano dura’.

Mirada académica

La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Santiago de Chile (USACH) realizaron una investigación para tomar la temperatura de cómo se sienten los ciudadanos de dichos cuatro países y cuán abiertos están a que se implementen medidas de castigos radicales para combatir la inseguridad.

Los resultados del proyecto Mano Dura y erosión democrática en América Latina: Evaluación del interés por Mano Dura en Chile, Costa Rica, Ecuador y Uruguay, basado en conversaciones con ocho grupo focales y entrevistas en los cuatro países (más de medio millar), arrojan que la sensación de miedo alcanza al 67% de la población, que existe una sensación de orfandad institucional y de que el Crimen Organizado es más sofisticado que el propio Estado. Y que subsiste una nostalgia de la disciplina y el reconocimiento de la autoridad, asociada a castigos severos. A medida que las distintas comunidades discutían, sin embargo, el instinto punitivo se iba moderando. Pasaban de defender el trabajo forzado en las cárceles a querer mejorar la calidad de éstas, por ejemplo, dando cuenta de la compleja interacción entre las políticas de mano dura y la salud de las instituciones democráticas.

Mano dura

Las conversaciones apuntan a diversas interpretaciones sobre mano dura. Se asocia a leyes estrictas (21%), un cierto orden y autoridad (15%) o al respeto y la crianza firme (14%), principalmente. Los cuatro países presentan imaginarios mayoritariamente positivos sobre la mano dura (58% en promedio), especialmente en Ecuador y Costa Rica. El 16% se muestra ambivalente y el 26% tiene una imagen negativa. Uruguay y Chile encabezan en esta última percepción, con 39% y 31%, respectivamente.

El principal actor al que se le exige actuar con mano dura es al presidente de la República. Dentro de los referentes internacionales que aparecen con frecuencia esta Bukele, Javier Milei , Vladimir Putin y Donald Trump . En general, los personajes nacionales que los participantes del proyecto vinculan a las políticas de mano dura están relacionados con partidos de derecha.

La socióloga y académica de la Universidad de Santiago (USACH), Lucía Dammert, coordinadora general del proyecto, señala que “a pesar de una mirada positiva sobre la gestión de Bukele, porque ha tenido resultados, cuando empiezas a conversar, la ciudadanía no quiere, salvo casos ultra-excepcionales, cerrar el Congreso, que los presidentes gobiernen por decreto o que las Fuerzas Armadas estén en la puerta de su casa. Todavía existe en estos países la posibilidad de otro tipo de medidas”. En términos narrativos, afirma que “el mundo progresista no termina de revisar las multidimensionalidades de la conversación ciudadana. Se ha quedado en que esto es pasar leyes para castigar a la gente. Pero la gente también se da cuenta de que aprueban las leyes y luego no pasa nada”.

Lo que potencia su sensación de miedo y la alteración de su vida cotidiana es el incremento en la frecuencia de los delitos, el aumento en la violencia asociada a estos y una mayor diversidad de los crímenes. “Ya no hay paz. Uno está preocupado hasta cuando los hijos andan en la escuela porque ahora hay balaceras hasta en las escuelas, afuera, entonces uno ya no sabe ni qué pensar, da miedo salir”, dice una mujer costarricense del grupo de entre 30 a 50 años.

Origen del miedo

En Uruguay, si bien señalan que el narcotráfico tiene responsabilidad, no siempre está vinculado a la población extranjera. Le atribuyen el origen de la crisis a factores internos como la desigualdad social, el consumo de drogas y una cierta pérdida de valores, como el respeto por la autoridad.

También en las conversaciones aparecen factores que obstaculizan los cambios. En algunos grupos se señala que valores democráticos como la protección de los derechos humanos y el debido proceso judicial, limitan las acciones que consideran necesarias para enfrentar la delincuencia. “¿Por qué tenemos que tener consideración con los derechos humanos de los delincuentes si ellos no tienen ninguna luz para matar a alguien por 100 pesos con un teléfono?”, apunta un chileno entre 30 y 50 años. Además, en muchos grupos se percibe que el sistema judicial es ineficaz en la persecución y el castigo de delincuentes.

El rol de los medios

En los cuatro países se destaca el papel de los medios de comunicación en la percepción de la seguridad. Coinciden en que existe una sobreabundancia de noticias sobre delincuencia e inseguridad, lo que les dificulta discernir su veracidad. Queda de manifiesto la baja confianza que les tienen, descritos como “alarmistas”, lo que los ha llevado a elegir fuentes no tradicionales para informarse. Muchos dicen que confían más en las redes sociales que en la televisión o la prensa escrita.

La hipótesis preliminar que se plantea en la investigación es que los medios desempeñan un papel clave en mantener una percepción alta y estable de inseguridad en la población. A través de la sobreexposición a ciertos delitos, los medios “normalizan una visión de la violencia y la delincuencia, haciendo que la población se sienta constantemente insegura, sin importar la naturaleza específica de su miedo”, sostiene el informe. Entonces, aunque las cualidades del miedo son distintas (a ser robado frente a ser asesinado, por ejemplo), en una escala de percepción, ambas personas podrían sentir el mismo nivel de inseguridad.

(Fuente; El País de Madrid).

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