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Sociedad Teindira | archivo | Getig

Memoria y resistencia

El legado de Teindira: recuperaron el archivo de un colectivo feminista de los 90

El Grupo de Estudios sobre Trabajo, Izquierdas y Género (Getig) rescató y digitalizó el archivo de Teindira, un colectivo feminista de los 90. Su legado, ahora accesible al público, tiene un gran potencial para iluminar las luchas actuales.

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Una fotografía vintage muestra un graffiti en una pared que reza: "Para amar en libertad, libre opción sexual", junto a un logo que unifica el símbolo de la mujer, en tono violeta, y la palabra “Teindira ”. Otra imagen enseña otra pintada callejera que proclama "Que ser mujer sea un placer". La misma consigna aparece en otra foto, en la que varias mujeres que participaban de un baile sostienen una pancarta. En otra imagen se ve una intervención callejera contra la violencia de género, protagonizada por varias mujeres vestidas de blanco con manchas rojas que simulan sangre y varios carteles dispersos a su alrededor. Los detalles y contextos de estas imágenes están detallados en un inventario. También hay afiches y folletos. Uno de ellos denuncia: "La doble jornada laboral nos está matando. Trabajo compartido". Estos son apenas algunos de los documentos que conforman el archivo digital de Teindira, un grupo de mujeres jóvenes feministas que entre 1995 y 1999 agitó las estructuras del movimiento estudiantil en Uruguay, cuestionó los roles de género y reivindicó la libertad sexual y el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.

Este acervo, que hoy cuenta con casi 200 documentos, fue recuperado, digitalizado y puesto a disposición del público gracias al trabajo del Grupo de Estudios sobre Trabajo, Izquierdas y Género (Getig), un equipo de investigación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República que surgió a fines del 2018. La presentación del archivo se realizó el pasado 15 de marzo en la Casa de las Ciudadanas y contó con la presencia de unas 13 mujeres que pertenecieron a Teindira.

Getig, que se define como un espacio de producción, discusión, formación y extensión sobre la historia de la clase trabajadora en el siglo XIX y XX, ha centrado parte de su trabajo en rescatar archivos de movimientos sociales y militantes con el fin de visibilizar su legado y hacerlo accesible al público. En este proceso, la búsqueda de información sobre el feminismo autónomo llevó a algunas investigadoras hasta Teindira, percatándose de que las mujeres que integran este colectivo, en muchos casos, habían guardado sus experiencias en el silencio durante casi tres décadas. A través de encuentros, entrevistas y la recopilación de documentos dispersos, el archivo fue tomando forma y hoy constituye un testimonio invaluable sobre una época de activismo feminista poco documentada en Uruguay.

El trabajo de recuperación fue liderado por Eva Taberne, licenciada en Letras y magíster en Ciencias Humanas, junto con Maite Villero, estudiante avanzada de Historia, quienes durante más de tres años dedicaron su tiempo a rastrear, organizar y digitalizar este material. En la última etapa del proceso, Nadia Birriel, docente de Historia y magíster en Ciencias Humanas, se sumó al equipo para la desgrabación y organización de la presentación pública. Otros integrantes de Getig también colaboraron puntualmente en distintas fases del proyecto.

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La construcción del archivo

Caras y Caretas dialogó con Eva Taberne, Maite Villero y Nadia Birriel para profundizar en la importancia de recuperar estos archivos, la experiencia de reconstrucción de la memoria feminista y la relevancia de estos testimonios para el presente. "Desde los inicios del grupo estuvo la inquietud de explorar qué documentación existía sobre los movimientos sociales de los años 90", señaló Taberne.

La primera experiencia de recuperación documental dentro de Getig, contaron las involucradas, fue con el archivo de María Eva Izquierdo, conocida militante anarcofeminista de El Pinar. "En conversaciones sobre el feminismo histórico con María Eva surgió el nombre del colectivo Teindira, como un grupo de mujeres jóvenes muy activas en esa época", recordó Taberne.

El contacto inicial se estableció a través de una exintegrante del colectivo, quien ayudó a convocar a otras compañeras mediante un grupo de WhatsApp. En 2021, se realizó un primer encuentro en la casa de Ana Canales, una de las integrantes de Teindira que había conservado gran parte del archivo fotográfico. "Nos reunimos con unas seis o siete integrantes, algunas llevaron documentación, y aprovechamos para entrevistarlas", agregó.

Pero eso no fue todo. El proceso de recuperación del archivo de Teindira se enmarca en un trabajo más amplio que incluyó la documentación de militantes como María Julia Alcoba, obrera textil del Cerro; el de Soraya Acosta, sindicalista de la salud, y también se avanzó en una parte de la digitalización de la documentación del colectivo Decidoras. "La idea es seguir recuperando estos archivos de feminismos disidentes", explicaron.

Consultadas sobre qué se podía encontrar en este archivo, Villero detalló que está compuesto principalmente por fotos, volantes sobre fechas relacionadas al feminismo y otros documentos del colectivo y sus interacciones con organizaciones periféricas. Hay, por ejemplo, fotografías tomadas durante el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de 1996, un evento considerado clave en los feminismos de la región. “Teindira se define por la autonomía en ese mismo encuentro, en medio de un debate acalorado, siendo la primera vez que ellas se encuentran con todo ese mundo del feminismo latinoaméricano”, contó la estudiante de Historia.

Además, mencionaron la importancia de cartas enviadas por el colectivo, como la dirigida a la Intendencia de Montevideo en el año 1998, que consideran “icónica”. En esta misiva, las militantes expresaron su rechazo a participar de las actividades del organismo, lo que documenta la postura política del colectivo frente a la institucionalización del feminismo: “Nuestros conceptos son distintos a los de ustedes y eso se refleja a la hora de trabajar y promover cambios en busca de la igualdad de derechos entre los géneros”, escribieron.

Las entrevistas realizadas por el equipo de Getig también complementan el archivo, aportando información sobre eventos como el Encuentro Feminista Autónomo de Sorata en 1998, del que, de acuerdo a las entrevistadas, "no queda ningún registro más allá de las memorias". Sin embargo, se cuenta con un material significativo del encuentro en Uruguay en 2001, cuando Teindira ya no existía, pero algunas de sus integrantes quedaron comprometidas con el evento. “Hay algunos materiales como la invitación al encuentro, el recorrido, el mapa del lugar, una previa que hacen una revista”, señalaron.

También se conservan registros de actividades más lúdicas, como los bailes que organizaban, donde además de la diversión, se abordaban consignas feministas. Taberne recordó un cartel de uno de estos eventos: “Soy tu media naranja, no seas mi exprimidor", una reflexión sobre los vínculos afectivos y sexuales. A su entender, este tipo de materiales muestra cómo los espacios festivos también se convirtieron en espacios de politización para las mujeres involucradas en el colectivo.

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Maite Villero, Eva Taberne y Nadia Birriel (integrantes de Getig)

Maite Villero, Eva Taberne y Nadia Birriel (integrantes de Getig)

Las reivindicaciones en los 90

Durante los años 90, el colectivo Teindira enfocó su lucha en reclamar derechos y denunciar violencias, pero también “tenían una militancia bastante ligada al disfrute”, destacó Taberne. “Que ser mujer sea un placer” fue una de las consignas que estas feministas adoptaron, la cual representaba no solo una idea, sino una práctica cotidiana de vivir la militancia de manera activa y disfrutable. Además, abordaban específicamente las problemáticas de las mujeres jóvenes, ya que sentían que había un vacío en el feminismo tradicional respecto a sus realidades. Para ellas, la visibilización de temas como la sexualidad, la maternidad y la represión social fue clave.

Otros reclamos centrales de su lucha eran el derecho al aborto, el acoso callejero —que en ese momento aún no tenía un nombre definido—, el desempleo, la brecha salarial y las tareas domésticas no remuneradas.

Las feministas de aquella época también tomaban las calles por las noches y pintaban los muros reclamando derechos como la libertad sexual y el aborto, contó Birriel, refiriéndose a numerosas fotos de grafitis que son parte del archivo. “Estamos hablando de los años 90. Hoy estamos más acostumbradas a salir a pintar muros, a hablar de estos temas, pero en aquellos tiempos todavía era muy tabú”. La docente de Historia también resaltó que el movimiento estaba marcado por una lucha más amplia que incluía la lucha anticapitalista y antirracista, pero con un eje claro: el antipatriarcado.

Las integrantes de Getig coincidieron en que la militancia de los años 90 también estuvo marcada por una fuerte carga afectiva, la visibilidad de las problemáticas sociales y la construcción de redes horizontales, características que destacaron como un diferencial. Estas mujeres no solo luchaban por el derecho al aborto y contra la represión social y sexual, sino que también apostaban por una militancia afectuosa y transformadora que trascendía las formas de organización tradicionales. “Ellas no votaban, consensuaban. Militaban desde el amor y el cuidado entre ellas”, añadió Birriel.

Para graficar la horizontalidad que definía las decisiones del colectivo Tendira, donde no había liderazgos, Taberne relató una anécdota sobre un encuentro de feminismo en Chile para el que Cotidiano Mujer les había financiado un solo pasaje. “Pusieron los nombres de todas en una bolsa y sacaron uno, sin importar si alguna estaba más preparada que otras. Cuando salió el nombre, pensaron que ninguna de ellas iba a viajar sola, entonces resolvieron comprar dos pasajes de ómnibus en lugar de un solo pasaje de avión. Finalmente, decidieron ir cuatro, entonces compraron solo los boletos de ida y volvieron a dedo”.

Las entrevistadas resaltaron una diferencia clave entre la militancia feminista de los años noventa y la actual: la intención de expandir el feminismo más allá de sus propios espacios. Taberne subrayó que en aquella época existía un fuerte afán por insertarse en diferentes ámbitos, desde el movimiento estudiantil hasta organizaciones políticas y otros espacios sociales no necesariamente feministas, con el objetivo de llevar sus ideas a otros espacios. “Buscaban transformar el mundo en su totalidad, estaban dispuestas a dar esa pelea desde el lugar que fuera”, sentenció.

Por su parte, Villero complementó esta idea destacando el estilo de militancia múltiple que caracterizaba a aquellas feministas. A diferencia de la actualidad, donde la militancia suele estar más segregada, en ese momento coexistían activistas con diversas identidades ideológicas dentro de un mismo movimiento. “Ellas cargaban con diversos estigmas, les decían trotskas, o tupas, o anarcas”, señaló, lo que, a su juicio, reflejaba la pluralidad de perspectivas que confluían en el feminismo de la época.

Luchas del pasado que iluminan el presente

La recuperación de este archivo no es un ejercicio meramente documental, sino una apuesta a una construcción de memoria que permita comprender los procesos de resistencia y organización de las mujeres en diferentes contextos. Las luchas del pasado ofrecen claves fundamentales para interpretar las del presente, nutren las investigaciones académicas y fortalecen la memoria colectiva.

Villero subrayó que la importancia del archivo puede medirse a través del impacto que tuvo en las propias protagonistas al ver reconstruida su historia. Explicó que, a lo largo del proceso de recopilación y entrevistas, muchas de ellas pudieron situarse en la historicidad del movimiento feminista, ya que “lo tuvieron muy guardado por muchos años". Asimismo, consideró que este trabajo permite llenar un "vacío importante en estas narrativas históricas" y contribuir a la comprensión del feminismo actual, que en ocasiones parece estar desconectado de sus procesos inmediatos anteriores.

Desde una perspectiva histórica, Birriel señaló que hasta el momento las investigaciones sobre los feminismos de los años noventa se centraban en grupos que tenían mayor acceso a medios de difusión, como revistas o vinculaciones institucionales, dejando de lado otras experiencias. "De alguna manera, este archivo muestra parte de la diversidad que tuvieron los feminismos en los 90", explicó. También resaltó la posibilidad de acceso público a este material, disponible en Internet, como un recurso clave para investigadoras y militantes.

Desde su mirada feminista, también valoró el archivo como una herramienta para reconstruir genealogías propias: “En lo personal, transcribir las entrevistas me llevó a interpelar mis propias historias. Por ejemplo, cuando ellas contaban situaciones con sus compañeros, con quienes tenían afinidad política y que eran dirigentes respetados, pero al final terminaban siendo acosadores o no le daban lugar a la palabra. Y estas situaciones nos siguen pasando a nosotras. Entonces también poder encontrar esas narrativas nos permite comprendernos mejor”, reflexionó Birriel.

Además, se refirió a la reivindicación del placer como un aspecto central en la lucha feminista, destacando que "gracias a este archivo, es posible reconocer que estas ideas tan disruptivas ya estaban presentes en los años noventa”. Recuperar esas narrativas, agregó, permite confirmar que los problemas que persisten son estructurales y así construir estrategias para enfrentarlos.

En la misma línea, Taberne agregó que este archivo debe ser visto como un legado vivo que interactúa con el presente en lugar de quedar relegado al pasado. Destacó que, al revisar estos documentos, surgen preguntas sobre los feminismos actuales y los desafíos que enfrentan. A modo de ejemplo, mencionó las tensiones que existieron entre las feministas de los noventa y los militantes varones en espacios políticos, subrayando que esta situación no las llevó a renunciar a estos espacios porque "había un proyecto más amplio de transformación social que les hacía sentir que estaban en el lugar correcto". A partir de ello, consideró que la revisión del archivo permite reflexionar sobre debates vigentes dentro del feminismo, como la participación en espacios mixtos, algo que muchas veces lleva a las mujeres a relegar espacios. Taberne también destacó que la existencia de este archivo “permite desmontar la narrativa de desmovilización frente al avance neoliberal en los años noventa”. Sobre este punto, mencionó que en esa década hubo una gran creatividad dentro de la izquierda radical y del feminismo, con jóvenes organizándose en campamentos, festivales y casas comunitarias, combinando la vida cotidiana con la militancia. "Está bueno decirlo: militaban un feminismo de izquierda y que apuntaba al cambio social", concluyó.

*Para conocer más detalles sobre este proyecto o acceder al archivo de Tendira puede consultar la página web de Getig o ingresar a sus redes sociales.

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